Formalizado con un proyecto previo, todo el perímetro de la plaza se encontraba originalmente porticado con pies derechos, zapatas y bases pétreas.
La construcción sigue las recomendaciones realizadas por la villa en 1606 a los vecinos de la plaza para que construyeran los corredores con pilares con la misma proporción, que fueron puntualizadas por Francisco de Mora, arquitecto del rey Felipe III, que dio unas indicaciones tres años después sobre la "forma y orden" con la que se debían realizar.
La torre y el edificio del reloj son los auténticos símbolos de la plaza de la Constitución de Valdemoro. Si bien ambos componen un conjunto arquitectónico único y aparentemente indisoluble, sus orígenes son dispares y entre la construcción de una y otro transcurrieron seis décadas.
Primero, en 1613, fue el edificio. Propiedad de Antonio Correa "El Indiano", su destino era convertirlo en pósito, una institución benéfica en la que se almacenaba grano para cubrir las necesidades de los labradores pobres.
Después, en 1672, fue la torre. El objetivo era que albergara el reloj público de la villa, hasta entonces ubicado en el campanario de la iglesia parroquial. Desde esa remota fecha, ambos forman el conjunto más singular de la plaza de la Constitución, amén de ser uno de los perfiles más emblemáticos de Valdemoro.
Imágen años 40
"Instituto de carácter municipal y de muy antiguo origen, destinado a mantener acopio de granos, principalmente de trigo, y prestarlos en condiciones módicas a los labradores y vecinos durante los meses de menos abundancia. Casa en que se guarda el grano de dicho instituto". Así define el Diccionario de la Real Academia de la Lengua el pósito, también denominado cambra, alhóndiga o alholí, una institución arraigada en Valdemoro desde el siglo XVI y establecida desde siempre en las llamadas casas del pósito, actual edificio del reloj.
Sí bien no se tiene noticia del momento exacto en que se creó el de la villa, la proliferación de este tipo de organismos benéficos en el reino de Toledo durante el siglo XVI, impulsados por el Cardenal Cisneros, hace pensar que date de esa centuria.
No obstante, el primer documento en que se hace referencia a la alhóndiga valdemoreña, el testamento de Antonio Correa "El Indiano", conservado en el Archivo Parroquial de Valdemoro, habla de su fundación por parte de éste en el año 1613.
El Indiano pertenecía a una de las familias de mayor solera del municipio. Era jesuíta y, en una fecha indeterminada, se instaló en la peruana Ciudad de los Reyes (Lima) donde en 1605 se convirtió en el más grande benefactor del noviciado limeño. De este vínculo con el país andino le viene el sobrenombre con el que ha pasado a la posteridad. En Valdemoro, donde fue enterrado en el presbiterio de la iglesia, fundó una capilla bajo la advocación de la Santísima Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, además del pósito.
En 1672, casi sesenta años después de que estas casas de la plaza se destinaran a depositar el trigo, se decidió la construcción de una torre sobre las mismas con el fin de dotar a la villa de un reloj público que sustituyera al que hasta unos años antes anunciaba el discurso de las horas desde la torre de la iglesia parroquial, junto al campanario. Las obras de remodelación que se llevaron a cabo en el templo a medíados del siglo XVII, con las que se pretendía despejar la zona de la capilla mayor para que ésta emergiera del conjunto monumental, dribaron al derribo de dicha torre y la desaparición de un instrumento esencial para el desarrollo de las tareas cotidianas: el reloj público.
Los lugareños del Valdemoro del XVII no podían prescindir de un elemento que les marcara el ritmo del tiempo era tan obvio que las autoridades concejiles no tardaron en buscar una solución inmediata. Así fue como el 13 de mayo de 1672 y según queda recogido en el Libro de Acuerdos 1669-1678 (AMV), acordaron la construcción de una nueva torre:
Los lugareños del Valdemoro del XVII no podían prescindir de un elemento que les marcara el ritmo del tiempo era tan obvio que las autoridades concejiles no tardaron en buscar una solución inmediata. Así fue como el 13 de mayo de 1672 y según queda recogido en el Libro de Acuerdos 1669-1678 (AMV), acordaron la construcción de una nueva torre:
Acuerdo sobre la construcción de la torre del reloj. 13 de mayo de 1672. Libro de acuerdos 1669-1678 (AMV)
"en las Cassas de los Pósitos de esta villa en la esquina de hacia la parte de ella linde de Cassas de Dª María Cabello y hecha se ponga en ellas dicho relox y así aparecido también seaga. [...]
Y nombraron por comisario de dicha obra a Alonso Cabello de Mena, rexidor de esta villa".
Dicho y hecho. El mismo documento refleja como
"este dicho año de mili seiscientos y setenta y dos se hizo dicha torre en dicha parte y lugar y o puesta en ella dicho relox acabada dicha obra en dicha forma".
La torre, de fábrica sencilla, estaba rematada por un tejado de pizarra y los cuatro balcones instalados sobre cada una de las cuatro esferas constituían el único elemento ornamental.
Del mantenimiento de la maquinaria se encargó a un vecino de la villa, Baltasar Tudón que, según parece, acumulaba una vasta experiencia en semejantes menesteres. Un saber que le hizo merecedor de un salario de "veinte ducados, con cada año pagado por los tercios".
Claro que ni siquiera los cuidados de Tudón pudieron evitar las averías del artilugio. La primera de que se tiene constancia, según el Libro de Acuerdos 1692-1695 (AMV), se produjo poco más de dos décadas después de su instalación, en 1694. En su puesta a punto no se escatimaron esfuerzos y el Gobierno municipal solicitó presupuestos a los más afamados relojeros de la corte para, finalmente, encargar a Manuel y Villenos, residente en El Escorial y, a la sazón, maestro relojero de Su Majestad, que fabricara uno nuevo "del mismo tamaño y grandor que es el del Real Sitio de Aranjuez".
Pero los delirios de grandeza no casan bien con la penuria económica y visto que las arcas municipales no estaban precisamente en su mejor momento, se acordó la financiación de la inversión "entre todos los vecinos, conforme a sus caudales".
Si bien las vicisitudes de una y otras no siempre han corrido parejas, el reloj público de la plaza ha estado ahí marcando minuto a minuto el transcurso de los años y las cosechas, en tanto que la institución que fundara "El Indiano" levantaba acta notarial de cómo las épocas de mayor productividad y las de vacas flacas se alternaban periódicamente, dando sentido a su existencia.
Del mantenimiento de la maquinaria se encargó a un vecino de la villa, Baltasar Tudón que, según parece, acumulaba una vasta experiencia en semejantes menesteres. Un saber que le hizo merecedor de un salario de "veinte ducados, con cada año pagado por los tercios".
Claro que ni siquiera los cuidados de Tudón pudieron evitar las averías del artilugio. La primera de que se tiene constancia, según el Libro de Acuerdos 1692-1695 (AMV), se produjo poco más de dos décadas después de su instalación, en 1694. En su puesta a punto no se escatimaron esfuerzos y el Gobierno municipal solicitó presupuestos a los más afamados relojeros de la corte para, finalmente, encargar a Manuel y Villenos, residente en El Escorial y, a la sazón, maestro relojero de Su Majestad, que fabricara uno nuevo "del mismo tamaño y grandor que es el del Real Sitio de Aranjuez".
Pero los delirios de grandeza no casan bien con la penuria económica y visto que las arcas municipales no estaban precisamente en su mejor momento, se acordó la financiación de la inversión "entre todos los vecinos, conforme a sus caudales".
Si bien las vicisitudes de una y otras no siempre han corrido parejas, el reloj público de la plaza ha estado ahí marcando minuto a minuto el transcurso de los años y las cosechas, en tanto que la institución que fundara "El Indiano" levantaba acta notarial de cómo las épocas de mayor productividad y las de vacas flacas se alternaban periódicamente, dando sentido a su existencia.
A finales del siglo XVIII y con la aparición de un nuevo concepto económico, esta institución fue perdiendo la vocación caritativa con que inició su trayectoria de la mano de Correa, en beneficio de objetivos claramente lucrativos. Es especialmente revelador, en este sentido, que el reglamento de 1792 regulador de las actividades de los graneros públicos determina que las devoluciones de los créditos de sementera podían efectuarse en metálico, en vez de únicamente en especie como venía haciéndose desde tiempo inmemorial.
El Archivo Municipal de Valdemoro cuenta con un expediente de contratación, que data de 1847, para la realización de obras de restauración de un edificio que según el peritaje que elaboraron el alarife o maestro de obras Nicolás Maeso y el carpintero Gregorio Maeso, se encontraba en estado ruinoso.
La propuesta de los expertos pasaba por levantar la armadura del último cuerpo "y volver a colocarla con madera y pizarra nueva, cubriendo las líneas con planchas de plomo, forjando los aleros de ladrillos en la misma forma que están, rebajando el ciprez (sic.) como unas tres varas, guarneciendo y revocando el cuadro que ocupa el segundo cuerpo, debiendo enlucirse por hallarse escamado con otros reparos de bastante consideración cuyo total coste [...] ascenderá a 9.000 reales".
La propuesta de los expertos pasaba por levantar la armadura del último cuerpo "y volver a colocarla con madera y pizarra nueva, cubriendo las líneas con planchas de plomo, forjando los aleros de ladrillos en la misma forma que están, rebajando el ciprez (sic.) como unas tres varas, guarneciendo y revocando el cuadro que ocupa el segundo cuerpo, debiendo enlucirse por hallarse escamado con otros reparos de bastante consideración cuyo total coste [...] ascenderá a 9.000 reales".
Pero el maestro de obras José Villar y López presentó un presupuesto de 7.168 reales y, claro, se encargó de dirigir la rehabilitación del inmueble.
Todavía en 1891, cuando Román Baíllo escribe su obra recopilatoria, Valdemoro, afirma que el pósito "cuenta actualmente de existencias 271,50 hectolitros de trigo, 2.000 pesetas en metálico y algunos créditos, que entre todo puede calcularse en 4.000 pesetas".
El 20 de octubre de 1912 el Pleno del Ayuntamiento acuerda la adquisición de una nueva maquinaria con cuatro esferas, una para cada lado de la torre. En la misma sesión se decide también el cambio de ubicación del reloj, un metro y medio por encima del lugar que ocupaba el antiguo, lo que suponía de hecho la desaparición de los balcones existentes sobre las esferas.
El nuevo reloj, de la firma conquense Redondo Bonilla, es, según el contrato de venta fechado el 10 de noviembre de 1912 que se conserva en el Archivo Municipal de Valdemoro, una máquina "con las ruedas imperiales de 33 centímetros de diámetro tocando horas, medias y repetición, de 30 horas de cuerda. Provista de cuerdas metálicas, polea, martillo, dos galetes y pesas, además de dos esferas de cristal para ser iluminadas con 1,20 metros de diámetro, dos juegos de ruedas de minutería, un cañón largo con minuteros y horarios y un juego de ruedas para transmisión". Su precio: 1.984 pesetas.
Fue en 1909, cuando el edificio de alquiler en el que se impartían clases de la escuela pública, en la calle Colegio nº 4, empezó a resultar insuficiente e inadecuado para la enseñanza; entonces las autoridades municipales consideraron que las casas del granero público, ya en desuso, podrían destinarse a este cometido y se tasó el inmueble en 5.500 pesetas.
La finca salió a subasta y el Ayuntamiento pujó por 5.505 pesetas, importe por el que se formalizó la escritura. Se estableció que serían cinco plazos a razón de 1.101 pesetas, el primero de ellos abonado el 28 de mayo de 1920 y los siguientes en los cuatro años sucesivos, con un interés del 4% en cada anualidad. Como garantía del abono de los plazos se estableció una hipoteca sobre la misma finca.
Las negociaciones de la compraventa fueron arduas aunque finalmente se efectuó la transacción; sin embargo no existe documento alguno que acredite la posterior utilización del edificio como escuela pública.
La escritura a favor del Ayuntamiento se firmó el 23 de junio de 1920 (AMV). En ella se describe la finca como
El 20 de octubre de 1912 el Pleno del Ayuntamiento acuerda la adquisición de una nueva maquinaria con cuatro esferas, una para cada lado de la torre. En la misma sesión se decide también el cambio de ubicación del reloj, un metro y medio por encima del lugar que ocupaba el antiguo, lo que suponía de hecho la desaparición de los balcones existentes sobre las esferas.
El nuevo reloj, de la firma conquense Redondo Bonilla, es, según el contrato de venta fechado el 10 de noviembre de 1912 que se conserva en el Archivo Municipal de Valdemoro, una máquina "con las ruedas imperiales de 33 centímetros de diámetro tocando horas, medias y repetición, de 30 horas de cuerda. Provista de cuerdas metálicas, polea, martillo, dos galetes y pesas, además de dos esferas de cristal para ser iluminadas con 1,20 metros de diámetro, dos juegos de ruedas de minutería, un cañón largo con minuteros y horarios y un juego de ruedas para transmisión". Su precio: 1.984 pesetas.
Maquinaria del reloj de Redondo Bonilla que se instaló en 1912.
Fue en 1909, cuando el edificio de alquiler en el que se impartían clases de la escuela pública, en la calle Colegio nº 4, empezó a resultar insuficiente e inadecuado para la enseñanza; entonces las autoridades municipales consideraron que las casas del granero público, ya en desuso, podrían destinarse a este cometido y se tasó el inmueble en 5.500 pesetas.
Niños y niñas esperando la entrada a las aulas.
La finca salió a subasta y el Ayuntamiento pujó por 5.505 pesetas, importe por el que se formalizó la escritura. Se estableció que serían cinco plazos a razón de 1.101 pesetas, el primero de ellos abonado el 28 de mayo de 1920 y los siguientes en los cuatro años sucesivos, con un interés del 4% en cada anualidad. Como garantía del abono de los plazos se estableció una hipoteca sobre la misma finca.
Las negociaciones de la compraventa fueron arduas aunque finalmente se efectuó la transacción; sin embargo no existe documento alguno que acredite la posterior utilización del edificio como escuela pública.
La escritura a favor del Ayuntamiento se firmó el 23 de junio de 1920 (AMV). En ella se describe la finca como
"una casa pósito que se destinaba a panera situada en esta villa de Valdemoro y su Plaza de la Constitución, señalada en la actualidad con el número cinco y en lo antiguo con el número dos, de piso bajo y principal sobre la que existe la Torre del Reloj, no consta su extensión superficial y linda por su derecha entrando, o sea, al Sur, con otra de Don fosé Navarro López; por la izquierda, o Norte, y por la espalda o Este, con casa y corrales pertenecientes a Don Celestino Pariente Duro, hoy de Don Gaspar Figueras Móstoles; teniendo su entrada y fachada al Poniente, o sea, el frente, por el soportal de la referida Plaza de la Constitución".
Panorámica de la Plaza de la Constitución.
La primera planta quedó más compartímentada e incluía una sala de reuniones y espacios diferenciados para la Hermandad de Labradores, la Delegación Sindical y el Sindicato Local Mixto, cada uno de los cuales contaba con despachos y archivo propio.
A caballo entre los setenta y los ochenta del siglo pasado, el edificio del reloj hizo las veces de dispensario médico durante las obras de reparación del ambulatorio, fue sede del Consejo de la Juventud y espacio de reunión de las asociaciones juveniles del municipio. Después tuvo una utilidad educativa ya que el Ayuntamiento cedió estas instalaciones para que se impartieran en ellas clases particulares y cursos de formación para el empleo del INEM. También estuvieron allí los Servicios Sociales, los grupos políticos municipales, el Patronato de Deportes y, por último, la emisora municipal de radio.
Recibidor principal del edificio, en la actualidad.
Los sucesivos cambios de uso supusieron un continuo deterioro y la pérdida de la distribución interior, por lo que se encargó el proyecto de reforma a Adolfo Almagro y José Ramón Tojo (1974) respetando al máximo la estructura del edificio. Se remodeló de nuevo a principios de los noventa del siglo pasado para acoger dependencias municipales como la emisora de radio municipal, Protección Civil, y desde el 30 de mayo de 2000 hasta el 13 de junio de 2006 fue sede de la Policía Local.
En 1997 y para solventar los problemas de mantenimiento de la maquinaria del reloj de 1912, se sustituyó por una digital equipada con un carillón electrónico.
En los últimos años del siglo pasado, la decrepitud del edificio había empezado a manifestarse de forma alarmante, una situación que el Ayuntamiento decidió subsanar en el año 2000 con una rehabilitación integral en la que se invirtieron 25 millones de pesetas. En la restauración se privilegió la conservación de los elementos arquitectónicos originales -vigas de madera, muros de manipostería y aparejo toledano, lámparas de hierro forjado...
La obra concluyó a finales de 2002 con la reforma de las cubiertas de teja del edificio y las de pizarra de la torre, además del revoco de los muros de esta última, en la que se saneó la estructura de madera que estaba amenazada por las termitas. Este singular conjunto arquitectónico se ha remodelado para la actividad municipal sin restarle ni un ápice del encanto que le otorgan los más de tres siglos de historia que soportan sus estructuras, mientras que el reloj sigue marcando el ritmo de la vida cotidiana de Valdemoro.
Vista aérea de la plaza dela constitución - 2004.
¿En qué años dejó de funcionar el reloj en el siglo pasado?
ResponderEliminarEn octubre de 1912 el Ayuntamiento decidió adquirir un nuevo reloj para instalarlo en la torre situada sobre el pósito de la plaza de la Constitución. Ya durante el siglo XIX el mecanismo se había ido deteriorando hasta quedar completamente arruinado en 1871, cuando el concejo se vio obligado a convocar una suscripción popular para poder recomponerlo. Pero la reparación debió durar poco y en 1909, Plácido Requena Mora presentó una proposición para arreglarlo que fue desestimada por falta de presupuesto. Tan sólo tres años después las arcas municipales pudieron sufragar la compra de una maquinaria al relojero conquense Lorenzo Redondo y Bonilla.
EliminarEn 1997 y para solventar los problemas de man¬tenimiento de la maquinaria del reloj de 1912, se sustituyó por una digital equipada con un carillón electrónico.
Aunque también se nombran esos problemas de mantenimiento en los últimos años de ese reloj, no se tiene constancia de fechas en que dejara de funcionar en sus 85 años de vida.
Gracias a tu consulta, en el artículo he añadido el contrato de compraventa del reloj de 1912.