Pedro Antonio de Alarcón y Ariza


Entre 1875 y 1925 coincidieron en Valdemoro una razonable nómina de personajes de inquietudes intelectuales. En la pintura y fotografía (Antonio Cánovas del Castillo y Vallejo, Kaulak, sobrino del presidente del Consejo de Ministros), la música (Manuel Fernández Caballero) y el teatro (Cristina Ossorio, su madre, María Romero, y su hijo Mariano), pero especialmente en la literatura (Manuel y León Carbonero y Sol, Luis Mariano y Luis Larra, Manuel Fernández de la Puente, Luis Cortés Suaña, etc.), pero es mi intención recordar especialmente en este articulo a otro personaje ilustre con el que Valdemoro también contó entre su vecindario, con el célebre narrador Pedro Antonio de Alarcón y Ariza.


Pedro Antonio nació en Guadix (Granada) el 10 de marzo de 1833. Su abuelo paterno fue regidor perpetuo de Granada, contándose entre sus ascendientes a don Martín de Alarcón -participante en la conquista de Granada- y don Hernando de Alarcón, capitán de Carlos V.


Pedro A. de Alarcón era el cuarto de los diez hijos de doña Joaquina de Ariza y de don Pedro de Alarcón. La situación económica de su familia, arruinada a raíz de la Guerra de la Independencia, condicionará los primeros estudios de Alarcón, ingresando en el Seminario a muy corta edad. Después estudia bachillerato en Granada y, más tarde, Derecho, carrera que tuvo que interrumpir por falta de recursos económicos. 
En el año 1853 abandona el Seminario y se traslada a Madrid en busca de la fama y gloria literarias. Con anterioridad, y desde el Seminario, había publicado sus primeros escritos.

Tras un fracaso inicial en Madrid, Alarcón regresa a Granada, donde ingresa en la celebérrima Cuerda Granadina, asociación de jóvenes literatos y artistas, un tanto bohemios en su mayor parte, a la que pertenecieron personas famosas en su tiempo, como Fernández y González, Riaño, Manuel del Palacio, Castro y Serrano, entre otros. 


Alarcón se inicia en el periodismo combativo en la publicación El Eco de Occidente y pronto se coloca al frente de los revolucionarios granadinos con aspiraciones políticas, censurando con no poca virulencia a militares y representantes eclesiásticos desde las páginas de La Redención. 

Vuelto a Madrid, dirige El Látigo, periódico panfletario, antidinástico y anticlerical. En dicha publicación lanzará furiosas diatribas contra la reina Isabel II y su gobierno.  
Alarcón abandona la redacción de El Látigo, pues sufre una grave crisis moral que le obliga a retirarse y a descansar en Segovia. A su regreso a Madrid, Alarcón aparece profundamente transformado, olvidando su faceta revolucionaria, convirtiéndose en defensor del ideario conservador y en modélico católico. 

El 5 de noviembre de 1857, Alarcón irrumpe en la escena española como autor teatral. Su primer estreno corresponde a su obra El hijo pródigo que, según sus biógrafos, especialmente Mariano Catalina, fue muy aplaudido por el público, aunque censurado por la crítica. 

En octubre de 1859 se incorpora como voluntario al batallón de Cazadores de Ciudad Rodrigo . Alarcón actúa como corresponsal de guerra, tal vez como el primero en nuestra historia del periodismo. Sus crónicas, escritas en los mismos campos de batalla, se publicarán, primero, en la prensa; más tarde reunidas en un libro con el título Diario de un testigo de la Guerra de África. Cuando regresa de la Guerra de África, herido y condecorado, su fama y popularidad son asombrosas. El éxito editorial del Diario fue proverbial, proporcionándole fuertes sumas de dinero a la par que una notoriedad singular. A raíz de este episodio emprende un viaje a Italia (1860) que daría como resultado uno de los más interesantes libros de viajes escritos en el siglo XIX: De Madrid a Nápoles.


Famoso y rico se instala en Madrid, donde encuentra decidida protección de O'Donnell, Pastor Díaz y otros prohombres del mundo de la política y la cultura. Interviene activamente en la política y, en 1863, hará campaña en pro de la Unión Liberal. Más tarde funda el periódico La Política y es elegido diputado por Cádiz. 

Contrae matrimonio en 1865, y en el mismo año se le destierra a París. Vuelto a España, toma parte en la batalla de Alcolea y, triunfante la Revolución del 68, que arroja del trono a Isabel II, se le nombra ministro plenipotenciario en Suecia, cargo al que renuncia por un acta de diputado por Guadix. Apoya la candidatura del duque de Montpensier y, fracasada la dinastía de Saboya, aboga por Alfonso XII. 

Tras este periodo político, Alarcón publica un excelente libro de viajes: La Alpujarra, región granadina que conoció en profundidad a raíz de sus actividades electorales. 
La enorme pasión de Alarcón por los viajes le indujo a escribir un mapa poético de España y un segundo libro con el título Más viajes por España, ampliación del publicado con anterioridad titulado Mis viajes por España, pero, por desgracia, no llegaron a publicarse.


En 1874 publica El sombrero de tres picos, tiene cuarenta y tres años de edad cuando escribe esta pequeña obra de arte, su único éxito indiscutido. En tan sólo diez años desde su aparición se llevaron a cabo numerosísimas ediciones y traducciones a más de diez lenguas. El triángulo amoroso, formado por el corregidor, la molinera y su esposo, el tío Lucas, es, sin lugar a dudas, la obra maestra de Alarcón, «el rey de los cuentos españoles», tal como lo definió E. Pardo Bazán.

El 16 de diciembre de 1875 es elegido académico de la Real Academia Española e ingresa en la misma el 25 de febrero de 1877, leyendo su discurso acerca de La Moral en el Arte. En el mismo año presta juramento como senador elegido por Granada. El 1 de marzo de 1881, por el real decreto firmado por Alfonso XII, siendo Sagasta presidente del Consejo de Ministros, se le admite la dimisión como Consejero de Estado. A partir de 1878, contando los 45 años de edad, Alarcón reside definitivamente en su casa de campo en Valdemoro, donde se dedica a escribir sus últimas novelas y al cultivo del campo, afición esta última que siempre quiso de forma entrañable, tal como se constata en su artículo Mis recuerdos de agricultor (1880) inserto en Cosas que fueron. 

Capilla en el jardin de su antigua casa. Años 40 del siglo XX.

En 1882, publica su última novela, La Pródiga, que supuso para un sector de los lectores un sermón sobre las funestas consecuencias del amor ilícito; para otro sector, la novela era una defensa de la moral conservadora al uso. La fría acogida por parte de la crítica motivó el alejamiento de Alarcón de toda labor literaria. 

El 19 de julio de 1891, a la edad de 58 años, a las ocho de la noche, muere en Valdemoro tras haber permanecido hemipléjico desde el 30 de noviembre de 1888, fecha en la que sufrió su primer derrame cerebral. Murió, según la partida judicial, a consecuencia de una «encefalitis difusa».

Valdemoro 26/05/1919.
Homenaje a D.Pedro de Alarcón. 
Descubrimiento de la placa colocada en la casa que habitó y donde escribió algunas de sus novelas.



Valdemoro 26/05/1919.
Homenaje a D.Pedro de Alarcón. 
Niños del colegio de huerfanos de la guardia civil en la plaza cantando himnos.







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