Monasterio de Clarisas de la Encarnación - Todos los detalles



El convento de Franciscanas de Santa Clara de Valdemoro se encuentra situado en el límite sudeste del casco urbano, en la plaza de las Monjas, uno de los puntos de confluencia viaria de mayor trascendencia al coincidir en él la calle de ronda, Luis Planelles, y el importante eje del antiguo Camino Real por la calle Duquesas. Dicha ubicación atrajo un grupo de grandes casonas nobiliarias y de labor que ofrecieron sus fachadas al realce del conjunto urbano, todavía hoy suges­tivo. 

En la parte superior del terreno, en declive hacia mediodía, se sitúa el edificio, muy cercano al casco urbano; la iglesia se abre a la villa y el convento se adosa a su paño meridional, con dos niveles cerca del templo y tres en la zona más alejada, con la ladera sostenida mediante dos gruesos muros de contención de sillería. Se accede al templo directamente desde la vía urbana y al convento a través de un pequeño patio sepa­rado de la plaza de las Monjas por una construc­ción de dos plantas que conforma un angosto atrio con el crucero, hoy vallado en la portada principal del templo. 

Sección, 1989. Arq. José M. González. Archivo de la Consejería de Educación.

Alzado principal, 1989. Arq. José M. González. Archivo de la Consejería de Educación.

Originariamente el conjunto tenía una traza muy compacta que sucesivas ampliaciones han desdibujado. El convento primitivo se componía, básicamente, de la iglesia, el cuerpo principal alrededor del claustro con un nivel semisótano equivalente a la planta baja que no es vaciado en su parte norte debido al desnivel existente en la parcela; en él se situaron el refectorio, cocina, lavaderos, leñeras, cámara para los alimentos y bodega con 15 sibiles o nichos para cubas exca­vadas bajo el claustro y sin revestir -después de la Guerra Civil sólo quedaban 11- así como dos escaleras: la principal, de tres tramos, y otra menor de servicio. Dos puertas permitían la comu­nicación con la huerta.

A nivel de calle, que sería la planta primera y principal, encontramos una forma práctica­mente cuadrada con el claustro en posición central y la iglesia al norte, colindante con el caserío, hecho que permite su uso por los fieles de Valdemoro. El templo se adapta al conjunto del convento mediante unos pequeños ajustes entre el crucero y el claustro con la introducción del comulgatorio y confesionario de las monjas, pero la figura perfectamente regular se rompe al ser un poco mayor la longitud de la iglesia que el ancho de la crujía occidental, lo que provoca un pequeño quiebro en esa fachada. La escalera principal tiene una salida al claustro bajo en uno de sus dos ejes de simetría. En esta planta se sitúan la puerta reglar con el torno y locutorios a los pies de la iglesia, así como la sala capitular, enfermería, sacristía y otras dependencias. Desde dicha puerta reglar se accede a los tornos y locu­torios y después a la iglesia en un trayecto de directriz quebrada típico de la arquitectura hispanomusulmana, comunicado a su vez con el paseo del Párroco Don Lorenzo. Desde el convento no existe comunicación directa con el piso de la iglesia. En el siguiente nivel se encuentra el coro sobre los locutorios y torno, frente al altar mayor, más las celdas de la comunidad, distribuidas alre­dedor del claustro alto. En la planta bajo cubierta se encuentra una cámara o desván. 

Planta baja, 1989. Arq. José M. González. Archivo de la Consejería de Educación.

Planta primera, 1989. Arq. José M. González. Archivo de la Consejería de Educación.

Los componentes principales del complejo conventual son la iglesia y el claustro. La primera tiene planta de cruz latina con una sola nave y crucero en cuyo punto de encuentro se sitúa una cúpula fajeada de media naranja sobre pechinas, buen ejemplar de la carpintería de armar del siglo XVII. La nave se divide en tres tramos con bóveda de cañón y lunetos -con un solo hueco exterior en la nave, otro en el coro y uno más en el crucero-; sencillas pilastras toscanas sostienen un arquitrabe -solución, al parecer, muy usada por Francisco de Mora- que marca el arranque de la bóveda y sirve de apoyo al hueco enrejado del coro. Además de vanos retablos modernos sustituidos tras la Guerra Civil, destaca el del altar mayor, dorado y ensamblado -de estilo barroco-, que se compone de dos cuerpos más ático apoyados en el basamento de mármol y una calle, que aloja un gran lienzo de la Encarnación y otro menor de El Calvario en el ático del retablo, rematado por dos entretalles con sendas hornacinas de venera. El coro antiguo, sin uso actual, se quiere reutilizar como museo.

El claustro es cuadrado, de dos plantas y tiene cinco huecos con arcos de medio punto en cada panda y nivel, el piso alto, de menor altura, se cierra con un antepecho. Se realiza de ladrillo visto con machones de pie y medio, sencillas basas, zapatas y arco formado con piezas de medio pie a sardinel más una hilada superior, la imposta y la cornisa se hacen asimismo a sardinel, como la albardilla del antepecho. Todas las pandas se encuentran decoradas con un importante conjunto pictórico referido a la Pasión de Cristo y al santoral franciscano.

Vista interior de la iglesia hacia el altar mayor.

La simplicidad espacial se traslada al exte­rior directamente, cuyo volumen más caracterís­tico es el de la iglesia, especialmente desde la calle del Párroco Don Lorenzo, mientras que visto el conjunto desde el valle meridional se subraya el propio convento, que en esta orientación -como ya se ha señalado- tiene tres plantas frente a las dos de la fachada contraria. El edificio se cierra con aparejo toledano, es decir, cajas de mampuesto encerradas entre rafas de ladrillo con esquinales y recercados de huecos de este material. En la iglesia destaca la portada de piedra de Colmenar, obra representativa del barroco madrileño del siglo XVII y similar a las existentes en los Monasterios de Carmelitas de Yepes (Toledo), Medina de Rioseco (Valladolid) y Lerma (Burgos), edificios donde trabajó el carmelita Fray Alberto de la Madre de Dios. Se formaliza con un gran hueco adintelado con moldura de orejas superpuesta a un orden apilastrado posterior con arquitrabe, friso y cornisa. Un frontispicio remata dicho conjunto -como señalaba el pliego de condiciones de la obra del año 1613- que alberga un nicho y estatua de Santa Clara rodeado de pilastras toscanas que sostienen un frontón curvo, acompañadas lateralmente por dos plintos con bolas en relieve y sendas volutas para unir ambos elementos. Dos escudos -uno pertene­ciente a la Casa de Lerma- escoltan dicho remate superior. El tratamiento de los alzados está cercano al convento de San José de Ávila, de Francisco de Mora, y al monasterio de la Encarnación de Madrid, de Juan Gómez de Mora y Fray Alberto de la Madre de Dios. Otras dos puertas menores, una a cada lado, se construyen del mismo mate­rial -piedra blanca- que el resto, compuestas simplemente de dos jambas y dintel superior con arco de descarga de ladrillo a sardinel; la occidental, cegada, se abre a la iglesia, mientras que la oriental, en uso, sirve al pasillo de acceso a la misma desde la puerta reglar .

La cabecera en la actualidad muestra el juego de volúmenes interior de la capilla mayor, los brazos del crucero y la cúpula, así como las habi­taciones laterales -que albergan unas escaleras-, en fotos de principios de siglo se puede ver como la esquina nordeste crece en una planta para enrasarse prácticamente con la cornisa del templo, situación que acepta Fernández-Urosa, arqui­tecto restaurador del conjunto después de la Guerra Civil, pero mejora con una cubierta común a dicho elemento y capilla mayor. A los pies encontramos una sencilla espadaña encalada de dos cuerpos con un hueco de campanas de medio punto. El pequeño y alargado espacio que conforma la fachada de la iglesia, la nave del crucero y el cuerpo revestido de yeso añadido posteriormente fue cerrado con una verja de obra de fábrica y cerrajería que desmerece dentro del conjunto. 

Vista interior de la iglesia hacia los píes.

El cuerpo del convento, hoy con diversos añadidos, se realiza con el mismo aparejo tole­dano que la iglesia, con huecos abiertos -con arcos adintelados de ladrillo a sardinel- en los machones de obra de fábrica que se suceden verticalmente. En el lado occidental se le añadió antes de mediados del siglo XIX dos alas perpen­diculares: una algo retranqueada en fachada y otra que unía con el bloque principal un cuerpo de características constructivas y formales simi­lares, pero de menor altura. En la fachada oriental, en cambio, se construyen otros dos cuerpos encalados y formalmente conectados con la arquitectura popular, paralelos a la calle del Párroco Don Lorenzo y que conforman un patio de acceso al convento; se les adosa un pequeño cuerpo en L con el ala más antiguo, abierto a dicha calle y a la plaza de las Monjas -anterior a 1851—- El otro cuerpo, que es el meridional, integra varias aulas con grandes huecos y, según sus características formales, debió erigirse en los años 40 del siglo pasado, o bien constituye una de las partes de la reconstrucción de esta fecha. Otro elemento perpendicular a éste, con fachada a la calle del Duque de Lerma, ha desaparecido. 
Estructuralmente el edificio está organizado mediante dos tipos de muros de carga: los de tapial o mampuesto concertado y rafas de ladrillo, para el cerramiento exterior -al modo del aparejo toledano -, y los de fábrica de ladrillo, en el claustro, todos ellos sobre cimientos de piedra y yeso y zócalo de cantería de piedra blanca bien labrada. Los forjados de planta baja se realizan sobre bóvedas de cañón y los restantes de viguetería de madera y bovedillas de yeso y lanchas con pavimentos de ladrillo, a excepción de las habitaciones secundarias con tendidos de yeso. La escalera principal también se hace sobre bóveda de cañón y el peldañeado es de madera. La cubierta se realiza a dos aguas con armaduras de par e hilera y entablado que sostiene la teja curva árabe; sobre la cúpula del crucero de la iglesia se organizan cuatro aguas con una exce­lente armadura de carpintería de armar -dibu­jada por Cervera Vera-. 

Las tres fachadas sur, este y oeste, propia­mente las de la zona claustral, con tres plantas, tienen una composición autónoma respecto al alzado principal, el de la iglesia. Los huecos se ordenan en dos niveles: el inferior, en planta baja, sobre un zócalo que va perdiendo altura según ascendemos por la ladera, que se separa del superior por una imposta, cuyos huecos, perte­necientes a la planta de acceso y primera, presentan curiosos ventanucos intercalados entre ellos. La fachada principal, la septentrional, tiene un eje en la única portada y consigue movimiento dentro de su austero desarrollo gracias al brazo del crucero sobresaliente y el juego de volúmenes de las cubiertas. La unión entre este alzado tan abstracto y sobrio con los más pragmáticos y variados del resto del convento se realiza mediante la homogeneidad de los materiales, tratamiento de los paramentos y volumetría general. 

Noticias de la fundación del convento 
Archivo del Monasterio de la Encarnación de Valdemoro

El esquema del monasterio es el clásico de esta tipología edificatoria a primeros del siglo XVII: iglesia de cruz latina en dirección este oeste con acceso por el norte a la calle, claustro de tres crujías al sur prácticamente encajado en la fábrica de la iglesia, que constituye uno de los elementos más interesantes por su concepción y formalización de ladrillo.

En un primer momento, en 1609, se esta­bleció el grupo fundador proveniente de las Descalza Reales de Madrid en el hospital de San Andrés de la villa, situado en la calle Grande y propiedad de la cofradía de San Sebastián, hasta la conclusión del convento en 1616 bajo el patro­cinio del duque de Lerma, valido de Felipe III y hombre poderoso de la monarquía española en este momento. Precisamente el rey y la reina, Margarita de Austria, asistieron al traslado de las religiosas y las honraron con diversas dádivas. En un primer momento la comunidad se componía de ocho monjas, cuatro de ellas nobles -tres familiares del duque -. 

El duque compró los terrenos para la erec­ción del convento en las afueras de Valdemoro en el entorno de la fuente de la Villa. Para financiar la construcción negoció con la villa de Valdemoro una serie de beneficios a cambio de la exención de varios servicios, como el de carros de guía de la corte; asimismo Paulo V le permitió enajenar los bienes de la Cofradía de San Andrés a favor de la cons­trucción. 

El tratamiento de las fachadas, similares a las del convento de la Encarnación de Madrid y de las trazas de la Zarzuela y otras casas madri­leñas, han hecho atribuir la autoría de las del convento de Valdemoro a Juan Gómez de Mora, al que se requirió como experto para el desa­rrollo de la obra, aunque es posible que conti­nuara las realizadas por su tío Francisco de Mora -fallecido en 1610, un año después que defi­niera los corredores de la nueva plaza pública-, como sucedió en el resto de obras del arquitecto fallecido. La redacción de las condiciones del contrato y ejecución de la misma se realizaron por Pedro de Lizargárate, aparejador, y Fray Alberto de la Madre de Dios, técnico e incluso tracista de algunas obras del círculo del duque de Lerma. El constructor Fernández Hurtado, que no puso los materiales, firmó el contrato en 1613 y en 1616, prácticamente acabada, instaló las vidrieras de las ventanas de la iglesia, la cerra­jería y las esteras de pavimentos. 

Antigua vista desde el camino de lllescas. Memoria de Valdemoro I. Fotografías.

El propio duque de Lerma organizó la provi­sión de los materiales de construcción, entre los que reseñamos 15.000 carros de piedra de mampostería con 40 arrobas cada uno, 400.000 ladrillos, 64.000 tejas y 18.000 fanegas de cal. Procedía de canteras de Pinto la piedra blanca en sillares bien labrados, solados de ladrillo de Valdemoro y madera de Cuenca para carpintería. Encargó el duque al escultor Antonio Riera los dos escudos laterales de la portada de la iglesia, terminados en 1615, y quiso traer el agua a una fuente en la huerta desde la "fuente vieja", situada en el camino de Illescas -fuente de la Villa-, para lo que se requirieron 4.000 caños de cerámica, además de los necesarios de plomo y llaves de bronce; los trabajos duraron tres años, de 1616 a 1617, y fueron realizados por el fonta­nero que el duque contrató para su casa y huerta de la Carrera de San Jerónimo, Felipe González. Se localizó también en la huerta del convento un estanque y se cercó con tapia, ambas obras realizadas por Fernández Hurtado y terminadas en el año 1618. 

Los Reyes inauguraron el convento y se procedió a entoldar y engalanar las calles para trasladar a las monjas en procesión. A mediados del siglo XVIII tenía 19 religiosas y una novicia.

La comunidad contaba con magníficas propiedades, entre las que se incluían casas, molino de aceite, tierras, eriales y viñas. Su patri­monio se vio mermado tras las desamortiza­ciones, aunque el convento se mantuvo en funcionamiento.

En 1809 los dos conventos de la villa, el de carmelitas calzados y el de franciscas descalzas, son suprimidos por orden real, pero no se hace efectivo en la comunidad religiosa que estamos tratando.

Valdemoro. Litografía de Pie de Leopold, dibujo de J. Mieg, 1851. Reales Sitios.

Desconocemos en qué fecha se amplía el núcleo de la edificación, pero a mediados del siglo XIX y en una vista meridional del convento de J. Mieg litografiada por Pic de Leopold, se puede divisar la huerta, con su muro y pequeñas edificaciones, así como el cuerpo del convento y los muros de contención laterales, tras los cuales se aprecian diversas construcciones adosadas que deformaron la imagen exterior del conjunto. El cambio más significativo es el patio de acceso desde la calle Duque de Lerma, cerrado por un cuerpo en L adosado al alzado este de la fábrica primitiva y desarrollado a escuadra al norte lindando con la plaza de las Monjas, otra edifi­cación nueva al sur y una tapia con portalón de dos hojas protegido por un soportal. El primer cuerpo se dedicaba después de la Guerra Civil a vivienda de la demandera y huéspedes, en la planta baja, y alojamiento del capellán en la segunda, y la edificación meridional que cerraba el patio, también originariamente en L y de una planta a modo de galería sobre el denominado patio de vacas, se componía en este momento del siglo XX de diversas aulas abiertas al sur al patio de las vacas, en un nivel inferior y que daba servicio a los establos, gallineros, porquerizas y dependencias relacionadas con la actividad agro­pecuaria. Asimismo, en la nueva fachada a la calle Duque de Lerma se desarrollaba otra nave y en la fachada occidental del convento un grupo de habitaciones auxiliares. El tratamiento de estos nuevos edificios se intentaba adaptar a las pautas estéticas del original utilizando aparejo toledano y cubiertas de teja curva cerámica; las aulas se formalizan con muros revestidos de yeso, grandes ventanales y cubierta a dos aguas de teja cerá­mica curva, y el cuerpo de la plaza de las Monjas tiene una imagen similar, seguramente por ser los elementos más cercanos al casco urbano. Dicha ala norte que prolonga la fachada prin­cipal del templo es, sin duda, la construcción que ha proporcionado un mayor cambio de la imagen urbana del convento, pues si originaria­mente se abría al espacio creado por el ensan­chamiento de la calle del Párroco Don Lorenzo para ofrecer la potente esquina nordeste de la iglesia y su espadaña a la villa, esta arista se oculta con dicha edificación añadida, que cons­tituye la primera visión del conjunto retrasando definitivamente la fachada principal del convento a un segundo plano. 

En la parte suroeste del conjunto se realizó el denominado patio del lavadero, que contaba con lavandería y fosa séptica en su plano infe­rior, mientras que en el superior había una enfer­mería asimismo abierta a otro patio septentrional, el de la ropa, con unos cobertizos; en un tercer nivel de dicho cuerpo se introdujeron varios roperos y los retretes, según la distribución de la centuria anterior, pero en 1851 los volúmenes principales ya estaban construidos


Sección longitudinal de la iglesia. Reconstrucción de L. Cervera Vera. Boletín de la Sociedad Española de Excursionistas

Desde 1900 establecieron las monjas Clarisas una escuela femenina gratuita con unas cien alumnas anuales hasta la Guerra Civil, atendidas en las aulas del patio de acceso nororiental.

Durante la Guerra Civil fue saqueado el convento y posteriormente sufrió la cercanía del frente y su habilitación como cuartel de las fuerzas nacionales hasta después de acabada la guerra, lo que supuso la destrucción de la mayor parte de sus solados por permitir la entrada de las caballerías, que llegaron a alojarse en el desván subiendo por la escalera principal, que quedó prácticamente derruida. Toda la madera fue utilizada por las tropas, por lo que desaparecieron gran parte de los forjados, arma­duras de cubierta, carpinterías y solados. Además, el claustro central perdió parte de los tímpanos de fábrica entre las pilastras, se derruyó la galería del noviciado y su cubierta y la iglesia fue alcan­zada por un proyectil en la cúpula. El estado del edificio, en general, era lamentable, razón por la que Dirección General de Regiones Devastadas encarga al arquitecto Luis Fernández-Urosa el proyecto de reconstrucción del mismo, presen­tado en 1940 y centrado principalmente en la parte escolar, que se tuvo prácticamente que reconstruir, aunque se intervino en todo el conjunto.

En este momento el edificio tenía casi 2.000m. divididos en sótano, plantas baja y prin­cipal y desván. La distribución era la siguiente: en los sótanos se instaló el Refectorio, cocina, claustro, lavadero y dependencias de servicio con almacén y acceso a las cuevas, patios y huerta con gallinero, establo, porqueriza, etc.; en planta baja, la iglesia, pabellón de clases, ropero de la escuela, Sala Capitular, enfermería y anexos. Sacristía, claustro, coro bajo y vivienda de la demandera y huéspedes, con el patio central a nivel de esta planta y otro de servicio; en la planta principal o primera se encontraba el noviciado con su capilla y galería, celdas de la comunidad, segunda altura de la Iglesia, antecoro y coro alto, claustro con diversas capillas y sala de labor, locales, vivienda del capellán, ropero general y retretes; en la cubierta, la Tribuna de Vistas y la cámara o desván con acceso al campanario. Los tres niveles se comunicaban mediante una esca­lera principal y varias secundarias.

La construcción que reseñó Fernández-Urosa, describiéndola como muy cuidada, es similar a la original del siglo XVII con algunos cambios mínimos: documentó fábrica de ladrillo con entra­mados de madera, seguramente en muros de partición; algunas escaleras menores se recons­truyeron a la catalana, así como varios solados, rehechos con mosaico, baldosa, entarimados y cemento continuo; asimismo, al exterior algunos revestimientos se sustituyeron por enfoscados de cemento.

En el año 2000 fue aprobada la reforma de la cubierta por la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid.

El Convento de las Clarisas está incluido dentro del Bien de Interés Cultural del conjunto de Valdemoro.



Música:
Concierto de Villancicos Clarisas Valdemoro - 27 de diciembre de 2016
(IV Centenario convento de las Clarisas de Valdemoro 1616-2016)

Documentación
Archivo General de la Administración. Regiones Devastadas, sigs. 2.734 y 20.123. Proyecto de reconstrucción del edificio de la Iglesia, Colegio y Convento Rds. Madres Clarisas Religiosas Franciscanas de la Villa de Valdemoro, 1940. Arqto.: Luis Fernández-Urosa.


Bibliografía
AYUNTAMIENTO DE VALDEMORO. Plan General de Ordenación Urbana. Memoria. Valdemoro: Ayuntamiento de Valdemoro, 1999, págs.30-35. - Valdemoro. Conózcalo paso a paso. Guía descriptiva. Madrid: B.P. EDITORES, 1991. AZCÁRATE, J. M. Inventario artístico de la provincia de Madrid. Valencia: Ministerio de Educación y Ciencia, Dirección General de Bellas Artes, 1970.

BAÍLLO, R. Valdemoro. Madrid: Rubiños, 1891. CERVERA VERA, L. "El Señorío de Valdemoro y el convento de Franciscanas fundado por el duque de Lerma", Boletín de la Sociedad Española de Excursionistas, 1954, págs. 27-89. FEO PARRONDO, F. Fincas rústicas desamorti­zadas en la Provincia de Madrid (inédito). Madrid: Consejería de Ordenación del Territorio, Medio Ambiente y Vivienda, 1984. MARÍN PÉREZ, A. Guía de Madrid y su provincia (tomo 2). Madrid: Escuela Tipográfica del Hospicio, 1888-89.

MUÑOZ JIMÉNEZ, J. M. Fray Alberto de la Madre de Dios, arquitecto (1575-1635) Santander: Ediciones Tantin, 1990.






Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción - Todos los detalles de su arquitectura


La Iglesia parroquial de la Asunción de Nuestra Señora de Valdemoro, orientada este a oeste, se encuentra localizada en el punto más alto del casco histórico, en la parte meridional del mismo, dominando la campiña que se extiende a sus pies tras un amplio paseo de ronda. Esta ubicación, en el perímetro del núcleo y en un altozano, podría estar asociada a una función defensiva original, como parecen indicar los contrafuertes troncocónicos de la fachada sur, que apoyan un recinto si no fortificado -se desconoce si estuvo la villa amurallada- al menos cercado .

El acceso principal por los pies se efectúa a través de un espacio irregular conectado a dicho paseo y a la plaza del Rosario, donde se encuentra la portada septentrional, de uso habitual. Este ámbito urbano, uno de los más representativos de Valdemoro, está dominado por la magnífica torre campanario de la iglesia. El conjunto se encuentra en una parcela urbana, antes entre medianerías, cerrada a la calle por un muro de mampuesto y sencilla reja. Más interés tiene la calle estrecha oriental -denominada de la Torre- que proporciona una imagen intocada del casco urbano, con el alzado de la cabecera y la gran torre.

El conjunto presenta una gran heteroge­neidad, por lo que muestra diversas etapas cons­tructivas que se reflejan en la planta, técnicas edificatorias y materiales utilizados. 

La iglesia consta de una nave de gran tamaño (60x28 m) y no excesiva altura que se cubre por bóveda de cañón con lunetos y se acompaña de capillas laterales cupuladas, cinco a cada lado y dos de ellas enfrentadas que sirven de atrio de acceso, capilla mayor con ábside y cúpula encamonada con tambor bajo y linterna, coro alto y torres a los pies, así como sacristía, antesacristía y demás dependencias en la cabecera, junto a otra torre de mayor tamaño. 

Entorno de la Iglesia parroquial a finales del siglo XIX.

La planta sigue el modelo jesuítico, según el cual se sustituyen las naves laterales por capi­llas separadas por contrafuertes.

Según Ronce de León las trazas prevén una nave crucero no construida a ambos lados de la cúpula principal, en lugar de las sacristías y otras habitaciones, como parece indicar el arranque de un gran pilar con un orden arquitectónico diferente al del resto de la iglesia situado en la antesacristía, al sur de dicha cúpula, por lo cual los accesos se desarrollarían en este crucero y no en los puntos actuales, que más asemejan a capi­llas laterales. Las pilastras de piedra existentes en la antesacristía han sido fechadas a mediados del siglo XVI.

La nave se organiza con cinco tramos iguales cubiertos por bóveda de cañón y cuatro capillas laterales a cada lado más el acceso, como ya se ha dicho. Los soportes de los arcos que separan los tramos consisten en grandes pilastrones adosados de importante sección, con órdenes en los tres lados, entablamento con modillones geométricos y gran cornisa acodada que recorre todo el perímetro sobre decoración de ovas y pequeñas ménsulas pareadas. Los arcos de las capillas son de medio punto sobre pilastras toscanas y portan rejas, algunas de gran valor; sobre ellos se dibuja otro arco que alberga el vano de iluminación -hoy cegados por el desarrollo de la cubrición de las capillas- y el consiguiente luneto en el cañón. Todo ello se decora con senci­llas fajas cajeadas y, en los capiteles, definidos de sexto orden por el hermano Bautista, piezas sobre­doradas que dibujan las hojas de acanto, tipo utilizado repetidamente por el fraile en su obra. 

La capilla mayor, cupulada con tambor sobre pechinas pintadas al fresco por Vandepere -los Cuatro Evangelistas- , se decora en el anillo con modillones pareados y en el arranque de la cúpula, así como en el interior de la linterna, con festones sobre huecos y pilastras cajeadas, que son simi­lares a las de la iglesia del Colegio Imperial de Madrid. La cúpula tiene sencillos nervios pareados y cajas.

Planta del proyecto de restauración, 1990. Arq. P. Ponce de León. Archivo Central

El ábside es curvo y se cubre con un casquete esférico donde se alberga el retablo mayor, de corte neoclásico, realizado de estuco imitando mármol y madera sobredorada siguiendo el perí­metro del ábside y alcanzando la bóveda supe­rior Se compone de un solo cuerpo y tres calles separadas por pilastras de orden compuesto con capiteles dorados y cornisa acodada rematada por esplendor dorado sostenido por dos ángeles con orlas laterales. El cuerpo central es de mayor tamaño y contiene un gran cuadro con arco de medio punto con el tema de la Asunción de la Virgen, mientras las calles laterales, adinteladas y más pequeñas, albergan otros dos lienzos. El altar se encuentra sobreelevado varios escalones, originalmente acompañado de una cancela que lo rodeaba y separaba de la nave. A los pies de ésta se encuentra el coro alto, situado sobre el pórtico de acceso y cubierto por la bóveda de cañón de la nave central, que se pinta al fresco y alberga un órgano introducido en 1737.

Dicha bóveda de cañón de la nave se subdivide en cinco compartimentos por los arcos fajones y en su parte central, donde terminan los lunetos, se conforma una gran banda de cinco pinturas al fresco realizadas por Antonio Vandepere, con los siguientes temas: Asunción, Martirio de San Sebastián, Degollación de San Juan Bautista, Nacimiento de Jesús y Adoración de los Reyes. Tanto las pinturas como arcos fajones y lunetos se decoran con sencillas bandas geométricas. 

Las cuatro capillas laterales a cada lado -una sirve de atrio de acceso- se dedican, en el lado del Evangelio, a Nuestra Señora del Rosario, San José, Virgen del Carmen y subida al coro; y en el de la Epístola, al Cristo del Amparo o de la Agonía, Amor Hermoso, Concepción y San Pedro Apóstol.

Se cubren con cúpulas semiesféricas o vaídas, a excepción de una elíptica, la del ingreso meri­dional, sin tambor ni linterna -salvo las del Rosario, San José y Cristo del Amparo-.

Las más interesantes son las de Nuestra señora del Rosario, patrona de Valdemoro, y la del Cristo del Amparo, ambas cupuladas con tambor sobre pechinas decoradas con fajas y cajeados, pero la primera con linterna y mayor decoración barroca realizada con modillones y festones, similares a los de la gran cúpula del presbiterio, situada en los arranques de las costi­llas y anillos; la segunda, más sencilla, tiene un aire clasicista cercano a la sobria decoración de la nave -el resto se realiza de escayola imitando mármoles, a excepción del entarimado, de mármol auténtico, y las columnas y adornos dorados simulando bronce-.

Tiene el templo tres puertas: la de los pies con pórtico exterior, bajo el coro alto, y la meri­dional y septentrional, cada una con un atrio similar a las capillas laterales, con sencilla cúpula de media naranja la septentrional.

Al exterior encontramos una serie de trazados superpuestos que muestran las diversas vicisi­tudes constructivas del templo: el alzado sur es el más heterogéneo, con restos de la primitiva construcción de la iglesia, mientras que la fachada principal, la occidental, se realiza ex novo y de forma continua en el siglo XVIII, la septentrional presenta varios elementos yuxtapuestos pero ordenados, yes la oriental, de nuevo, una amal­gama de piezas de diferentes épocas y estilos.

En el alzado meridional encontramos cuerpos de mampostería alternados con los de ladrillo a diferentes cotas. Destaca en la gran capilla sur dedicada al Cristo del Amparo un saliente con base rectangular con torreones a modo de contra­fuertes de mampostería -uno de sección circular-y en el segundo nivel, remate curvo con arco de medio punto y contrafuertes troncocónicos de ladrillo como los existentes en la iglesia de San Martín de la Vega-. Las distintas volumetrías se intentan homogeneizar mediante una cornisa cerámica realizada con hiladas de piezas en distintas disposiciones -en forma de gola, ladri­llos a sardinel formado aleros, fajas, etc.-, que recorren las capillas laterales y el cuerpo bajo del saliente citado de la capilla del Cristo del Amparo, para desaparecer en la antesacristía y sacristía, ambas de sillería de piedra con restos de muro que indicaban una continuidad mayor en el conjunto no realizada; ambas presentan impo­nente cornisa y salientes a modo de pilastras toscanas en los ángulos. 

Antigua vista de la fuente de la Villa e Iglesia parroquial.


La portada principal, abierta a poniente y a los pies del templo, se compone de un atrio abierto con tres arcos de medio punto que generan otras tantas calles separadas por pilastrones y con salientes cuadrados sobre los arcos, concluidos mediante un frontón con hueco central, y todo ello situado entre dos torres bajas con bóvedas de falsas aristas sin campanario y cubierta de teja curva a cuatro aguas. Mientras estos elementos simétricos se realizan con mampostería y encadenados en esquina de sillería, el cuerpo central es de ladrillo. A pesar de ser la única fachada realizada ininterrumpidamente no presenta unas proporciones acertadas: el frontón es excesivamente alto y pesado para el cuerpo bajo con tres calles, y las torres, demasiado chatas transmiten, aún más, una imagen pesada. Forma parte de un conjunto de fachadas madrileñas muy características provenientes de la obra post-herreriana y de Francisco de Mora, pero con pórtico, elemento nada usual en esta tipología.

La fachada septentrional, comúnmente la de acceso, se encuentra definida, como la meri­dional, por los volúmenes de las capillas -con el contraste vertical de la gran torre campanario-: destacan las de Nuestra Señora del Rosario, con cubierta a cuatro aguas de pizarra, gran cornisa de ladrillo con diversos dibujos y chapitel con elementos de ventilación, linterna octogonal y, sobre ella, bola, veleta y cruz de forja, y la de San José, de volumen similar pero simple linterna de obra; entre ambas se encuentra la portada norte, dentro de un arco rebajado.

El alzado restante, el oriental, presenta un escorzo acusado en la estrecha calle de la Torre, en el que se aprecia en primer término la torre y, tras ella, el ábside.

La torre campanario se localiza en el extremo nororiental, en la cabecera del templo. Consta de cuatro cuerpos de fábrica con revoco que imita ladrillo visto sobre basamento de piedra y remate con gran cornisa, chapitel de pizarra y cinc, bola, veleta y cruz de forja. Tiene pequeños huecos en el primer nivel, saeteras en los dos siguientes y en el cuerpo de campanas vanos de medio punto en los cuatro lados similares a los proyectados por José Pérez en 1752. Los cuerpos se separan por impostas y en los esquinales se introducen encadenados de revoco imitando sillería. Este modelo fue muy utilizado en la arqui­tectura castellana del siglo XVIII.

Estructuralmente funciona mediante muros de carga construidos con mampostería y refuerzos de encadenados de sillería en las esquinas, aunque algunos paños se erigen completamente en piedra de Colmenar bien labrados, como el ábside poli­gonal, la base de la capilla del Cristo del Amparo y los muros de la sacristía; no se revocan los muros ni recubren superficialmente, a excepción del acceso septentrional: el ladrillo queda visto, principalmente, en el cuerpo central de la fachada principal, en la parte superior de la capilla de Cristo del Amparo y en el añadido oriental del ábside. Se cubre con armadura, tablazón y teja cerámica curva en la nave y capillas, a excepción de los chapiteles, de pizarra y cinc. La torre, como ya se ha descrito, es de ladrillo revocado con base de piedra. Las cornisas se hacen de ladrillo visto y otras piezas cerámicas, algunas revestidas como la de la torre y capilla de San José; pétrea es la de la sacristía, de orden toscano. Los huecos se dibujan con piezas de sillería en los cuerpos de piedra -algunos más modernos con ladrillo y en los de muro de fábrica se utiliza el ladrillo a sardinel o las fajas sobresalientes. 

Valdemoro. Litografía de Pie de Leopold, dibujo de J. Mieg, 1851. Reales Sitios

En su interior, a pesar de los incendios y suce­sivas adversidades, se custodian todavía bienes muebles de gran riqueza. Así, se conservan cuatro tablas de Pedro de Cisneros, seguidor de Juan de Borgoña dentro de la escuela de pintura tole­dana del siglo XVI, y un conjunto de platería de Celestino Espinosa, director que fue de la Real Fábrica de Martínez. Desaparecido, pero visto por Baíllo a finales del XIX, destacar el taberná­culo de piedras y maderas preciosas donado a finales del siglo XVIII por el primer conde de Lerena, Ministro de la Real Hacienda y patrono de la capilla mayor.

No resta ningún retablo original, pues debieron perderse en el incendio y la posterior reforma neoclásica; los realizados para la capilla mayor -los colaterales por el escultor José de Ratés en 1679 y el altar mayor por José de Acedo dos años después- también han desaparecido. El retablo principal actual, erigido a finales del siglo XVIII, está dedicado a la Asunción de Nuestra Señora, con cuadro sobre el mismo tema de F. Bayeu y dos pequeños laterales dedicados a San Pedro Mártir y San Julián, de R. Bayeu y Goya, respectivamente. Los altares colaterales están destinados a San Juan Bautista y a Sta. Ana, acompañados de otros de estilo barroco y neoclá­sico en las capillas, entre los cuales destaca el barroco en arcosolio de la capilla de Nuestra Señora del Rosario, que albergaba una imagen venerada desde al menos el siglo XVI, quemada a mediados del XVIII en un incendio -la actual está realizada por el escultor José Miranda, expo­liada por los invasores franceses- y cuya magní­fica carro/a se adquirió en 1671 y restauró en 1777 y 1862. Muy interesante también el retablo con arcosolio de la capilla de San José, de un cuerpo, tres calles y ático, y el del Cristo del Amparo, de estuco imitando mármol de estilo neoclásico y compuesto por un cuerpo con cuatro columnas corintias bajo entablamento muy deco­rado y rematado por grupo escultórico.

Los cuadros, casi todos pertenecientes al desaparecido convento de Carmelitas, se custo­dian en el museo de la parroquial, con obras de Claudio Coello, Carducho, Tristán y otros, así como vanas tablas flamencas del siglo XVI y escul­turas del XVII.

En la visita al arcedianato de Madrid orde­nada por el arzobispo de Toledo en 1427 la iglesia de Valdemoro aparecía como importante en la región, pues poseía vasos sagrados y cruz de plata, 23 libros litúrgicos y numerosos ornamentos, así como diversas propiedades rústicas, dos tinajas y una cuba. A esta iglesia original y sus poste­riores reformas y añadidos, asociada seguramente a la repoblación cristiana de los siglos XIV y XV, parecen pertenecer una serie de restos posible­mente mudéjares que todavía se conservan, conse­cuencia de un incendio acaecido en el siglo XVI que destruiría el templo primitivo, que son los cuerpos cilíndricos de la fachada meridional y el aparejo de ladrillo de la misma distinto del resto y de fecha muy anterior, así como el alfarje-resto de un artesonado mudejar de par y nudillo- perte­neciente, seguramente, a la antigua cubierta, así como las pilastras de piedra situadas también en la antesacristía.

Existen libros parroquiales desde 1518 -fecha que algunos autores consideran de su fundación tras la destrucción de la iglesia primitiva-. A finales del siglo XVI ya estaba construida la torre, pues se conserva documentación de obras realizadas por Francisco Alonso en la misma y campanas de los años 1586-88; un año después se hace refe­rencia a la construcción de la sacristía nueva, siendo terminada en 1593 por Nicolás de Ybarra -seguramente la localizada simétrica a la torre, en la esquina sudeste- Tres años después, una vez realizada la cubierta por Pedro Corral, se emplaza la cruz en el chapitel y en 1607, Juan Cabello trabaja en la capilla de la sacristía, que termina dos años más tarde, y en el bienio 1643-4 se arregla el chapitel de la torre. El duque de Lerma fue un impulsor de las obras tras la compra de la villa en 1603, fecha en la que Antonio Correa funda la capilla denominada de la Santísima Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, dotada con una renta y ornamentada con rejas de hierro doradas, retablo, servicio de altar, ornamentos, cajones y lámpara, que en su realización requirió fortalecer un arco para mejorar su estructura ante la erección de una bóveda. En 1602 se concede permiso para realizar la capilla de Nuestra Señora del Rosario, cuya obra se comienza un año después dirigida por Pedro Correa. La reja se colocó en 1663 y hacia 1670 se rehicieron las cubiertas y decoró la capilla, actuación finalizada en 1691 con la pintura de la cúpula.

La parte principal del conjunto se realiza en el siglo XVII, seguramente por el hermano Bautista, que aparece junto a otros en referencia a las trazas de la obra de la iglesia, considerada el ejemplo más puro de espacio vignolesco en la provincia de Madrid Según Corella, sus caracte­rísticas estilísticas muestran una datación de la segunda mitad del siglo XVII y diversos elementos, como los capiteles de la nave y de la cúpula del crucero, han sido comúnmente utilizados por el maestro religioso. Diversas similitudes encuentra esta autora entre la iglesia de Valdemoro y la del Colegio Imperial de Madrid, destacando el trazado de tipo jesuítico con una nave, capillas laterales entre contrafuertes y cubierta de cañón con lunetos ciegos, pero diferenciándose en las tribunas de la iglesia madrileña que no son utilizados por inútiles en la parroquial de Valdemoro; asimismo, encuentra la autora concomitancias con la puerta de Mariana de Neoburgo en el Buen Retiro y el patio del Colegio Imperial en las decoraciones de los anillos de las cúpulas de la capilla mayor y de Nuestra Señora del Rosario. En todo caso, si las trazas fueran del hermano Bautista no es probable que la dirección lo sea, pues no aparece docu­mentada: según Tovar, el maestro Melchor de Bueras sustituiría en la obra al fraile tras su muerte acaecida en 1679 y de ahí la declaración del mismo en su testamento, donde afirmó ser autor de la obra y artífice de todos los detalles orna­mentales, por lo que Tovar lo propone como cons­tructor y segundo tracista muy influenciado por Bautista.

Para los redactores del Plan General de Valdemoro, las primeras trazas y condiciones fueron dadas por el maestro mayor de la cate­dral de Toledo, Cosme de Peñalacia y Castillo en 1656, organizando, básicamente, la reconstruc­ción de la nave desde los cimientos, la fachada occidental con su pórtico y el coro a los pies, que se encontraban en estado ruinoso, añadiendo reparaciones en las capillas y la puerta meridional, comenzando las obras en 1658.

Si estos datos son verídicos, la construcción del conjunto se acercó a unas cuatro décadas, pues en 1690-2 Antonio Correas realiza repara­ciones en la linterna de la capilla mayor y el campa­nario y limpia las bóvedas. Otros autores consideran el comienzo de las obras hacia 1670, pero es conocido documentalmente que el pintor Antonio Vandepere pinta éstas en los años 1660-1; otro dato a tener en cuenta es que la torre estaba recién derribada en 1672. Según Corcha la fachada principal se podría fechar en este momento, el último tercio del siglo XVII.

Vista de Valdemoro, de P. M. Baldi, 1668-69. 
Viaje de Cosme III por España (1668-1669). Madrid y su provincia.

En estas fechas, 1668-9, se dibuja la iglesia, junto al caserío de Valdemoro, por Pier María Baldi, artista que viajaba con Cosme de Medicis por España. La imagen se obtiene desde el antiguo camino real de Toledo, entrando en Valdemoro por septentrión, es decir, el punto más alejado de la iglesia; aun así, podemos ver la nueva fachada occidental y sus dos torres con chapiteles. En este documento gráfico la torre -con dos huecos por lado- aparece no en el vértice ME sino en la fachada norte, cerca de la capilla del Rosario -que se repre­senta detrás de la nave- y se dibujan airosos chapiteles en dos torres simétricas en el alzado occidental, que no deben ser las actuales, pues se puede ver el frontón de la nueva fachada sin cubrir en el propio dibujo. Por tanto, la nave de la iglesia llegaba hasta el comienzo del coro y se amplió la bóveda de cañón para cubrir dicho coro situado sobre el pórtico y, derribando las antiguas torres -sobre las capillas de subida al coro y de San Pedro Apóstol , se construyen las que hoy vemos.

Entonces, tenemos una iglesia con bóveda más corta sin coro alto a los pies y dos torres con chapiteles en fachada sobre dos capillas, la torre mayor podría haber estado situada en el espacio inmediato entre la capilla mayor y la del Rosario, pues el grueso de los muros lo permite. Se derrumbó en 1751 provocando graves daños; rotura de la cúpula de la capilla mayor, sacristía y "ochavo de nuestra señora", daños que expli­carían esta cercanía; un año después se proyecta una nueva torre en el mismo lugar de la ante­rior por el Maestro Mayor de la Catedral de Toledo, José Herranz, que no sólo incluye la Torre sino también la reconstrucción del resto del templo reaprovechando los materiales del edificio anterior. La obra final no coincide completa­mente con las especificaciones del proyecto, custodiado en el Archivo Parroquial de Valdemoro, especialmente el tamaño y decoración do los huecos de los tres primeros cuerpos y los contra­fuertes circulares del basamento; este documento utilizaba el llamado "Marco de Madrid", un sistema de medidas de escuadrías y secciones de las armaduras, como señala Ponce de León. Se utilizaron en la construcción materiales de calidad mediana que se revocaron imitando fábrica de ladrillo visto y cantería en los ángulos.

"Plan de la torre que se a de construir en la Parroquial
de la Villa de Val de Moro,...", 1752. Arq. Joseph Herranz.
El Arte en las Cortes Europeas del siglo XVIII.

Cuatro años después, en 1755, el terremoto de Lisboa provocó todavía más desperfectos en las fábricas y especialmente en las cubiertas, por lo que se tiene que reedificar en parte, comen­zando por la capilla mayor, sacristía y tejados, para continuar con la nueva torre y la fachada occidental, proporcionando la imagen actual -con las diversas reparaciones y reconstrucciones de la Guerra Civil y posteriores-. Según Baíllo la torre es de 1764 y se construyó de ladrillo, quedando restos de la antigua.

Las reformas realizadas en el siglo XVIII, centradas en la capilla mayor, fueron costeadas por el conde de Lerena para establecer su lugar de enterramiento. El primitivo ábside se derribó en la segunda mitad del siglo XVIII y se cons­truyó el actual con el altar existente de estilo neoclásico, encargado a José Ballina en 1788 y rematado por Domingo Mª Palmerani. Las pinturas fueron encargadas por dicho noble a Maella, pero finalmente se confiaron a Francisco Bayeu, que fue ayudado por su hermano Ramón y su cuñado Francisco de Goya, realizadas entre 1786 y 1790. El conjunto completo del altar mayor fue sufragado por el conde de Lerena, vecino de la villa.

La nueva cubrición de la nave parece que se superpuso a los restos de la anterior, artesonada, por lo que la altura de la misma no está propor­cionada con la superficie en planta.

En 1791 el retablo de la capilla de la Inmaculada se erige por Pablo Caprani, italiano, con planta y diseño de Ignacio Haan, arquitecto del Arzobispo de Toledo -algunos autores se refieren al de la capilla del Santísimo Cristo del Amparo. La sacristía fue una de las últimas reali­zaciones del conjunto, aunque todavía a finales del siglo XIX se construyó en la capilla mayor la capilla de la Dolorosa. En 1918 fue restaurada la capilla de los Correa. 

Vista del acceso a la Iglesia, 1954

Tras la Guerra Civil, se procede a su repara­ción bajo proyecto del arquitecto José Fonseca y Llamedo, auspiciado por Regiones Devastadas; el párroco solicita la reparación de la iglesia al haber estado el pueblo en línea de fuego y alegando su valor artístico. Los daños sufridos se centraron en la cubierta y algunos superfi­ciales en la torre, así como diversas grietas en las bóvedas, goteras en los frescos de la nave y destrozos en los altares, al arquitecto recomienda en un informe de 1940 reparar los daños impres­cindibles y deponer los impactos no estructu­rales -como los de la fachada principal, que considera de poco mérito arquitectónico-Respecto al interior cree necesario esperar a disponer de los medio económicos necesarios para acometer su restauración, por ser de gran valor artístico y cuantía. Resalta, además, los daños que asimismo ha sufrido la vivienda rectoral, así como se habilita en dicho edificio y dentro del mismo proyecto un local para domicilio de Acción Católica, así como otras obras menores. 

Vista aérea del casco histórico, 1961

Vista aérea, 1961

En el año 1979 se requiere auxilio económico a la Diputación Provincial de Madrid en apoyo a las obras de restauración de la Iglesia, en situa­ción de ruina inminente; las mismas se realizarán bajo la inspección del Servicio Provincial de Arquitectura de dicha Diputación con proyecto del arquitecto municipal.

En la explanada de la iglesia se situó tradicionalmente la picota. El templo había estado rodeado completamente por un espacio vallado con dos accesos desde la plaza del Rosario, por lo que la calle de la Torre pertenecía a este ámbito -no se relaciona en el viario de finales del siglo XIX- y el muro de contención a la ronda, calle Luis Planelles, era continuo; ya en la segunda mitad del XX se reformó el entorno creando dicha calle de la Torre entre la plaza del Rosario y Luis Planelles, y se abrieron otros dos accesos, uno desde dicha vía, tras un transformador eléctrico, y otro desde la de Luis Planelles. El conjunto fue reformado recientemente con la mejora de las entradas y eliminación de dicho transformador.

Un pequeño museo parroquial, conservado hoy en la antesacristía y sacristía, reúne las prin­cipales piezas del templo

Eduardo González Mercadé, arquitecto de la Dirección General de Bellas Artes del Ministerio de Cultura, realizó en el año 1985 sendos proyectos para las obras urgentes del chapitel de la capilla lateral y del chapitel y consolidación do la bóveda centrales. 

Alzado sur del proyecto de restauración, 1990. Arq. P. Ponce de León. Archivo Central

Así mismo, bajo proyecto del arquitecto Pedro Ponce de León y dirección conjunta con los técnicos municipales comenzó en 1987 la primera fase de la restauración del edificio, dedicada a la torre y su chapitel, y finalizada en 1989; en una segunda se restauraron la fachada principal y parte de la cubierta, entre 1989 y 1991, y en una última, de 1992, se reparó el resto de las cubiertas y rehabilitó el interior. Fue realizado para el Centro Regional de Conservación y Restauración del Patrimonio Histórico Inmueble de la Dirección General de Patrimonio Cultural; esta institución restauró en 1993 las bóvedas del coro, dos años después las de la nave central y pechinas de la cúpula del altar mayor y en 1996 el retablo mayor.

La restauración de la torre ha consistido, básicamente, en el desmontaje del chapitel y su reconstrucción con el criterio de mínima susti­tución. Posteriormente se revocó imitando ladrillo de tono rosado con aparejo de medio pie y se introdujo un encadenado imitando sillería en los ángulos, inexistente en el proyecto del siglo XVIII ni en las imágenes que poseemos de la torre hasta su restauración.

Durante el proceso de levantamiento del solado se encontraron restos de cuerpos exhu­mados en la nave, así como las huellas de un ancho muro.

Hasta la construcción de los bloques de vivienda colectiva en el entorno del casco histó­rico la iglesia constituía un hito paisajístico de primer orden dentro de la Comunidad, aún conservado -aunque desvirtuado- en la silueta meridional de la villa.

En 1980 se declaró Bien de Interés Cultural como Monumento Histórico-Artístico.

Vista del interior hacia los pies.



Protección

Declarado Monumento Histórico-Artístico en 4-12-1980- BOE 27-1-1981
dentro del BIC Conjunto histórico artístico; integral en el PGOU

Fechas

Base: finales del XVI
Conjunto: 1658
Capilla Rosario: 1602
Torre: 1752
Restauraciones 1940, 1985, 1987-92; 
Restauración bienes muebles: 1993-96.

Arquitectos

Trazas: Cosme de Peñalacla y Castillo, Hermano Bautista y Melchor de Bueras. 
Terminación: Antonio Correas. 
Capilla Rosarlo: Pedro Correa.
Torre: José Herranz. 
Restauraciones:

  • 1940: José Fonseca y Llamedo
  • 1985: Eduardo González Mercadé
  • 1987-92: Pedro Ponce de León
Documentación
  • Archivo Central. Ministerio de Cultura, Secretaría de Estado de Cultura, Gabinete, sig. C.87.706. Reg. 2.055. Informe relativo a la propuesta de declaración de Monumento Histórico-Artístico a favor de la Iglesia Parroquial de Valdemoro, 1980 [Textos de Emilio Lafuenle Ferrari y Paloma Jiménez].
  • Archivo Central. Ministerio de Cultura, sig. 80.714. Obras urgentes en el chapitel de la capilla lateral, 1985. Arq. Eduardo González Mercadé. Archivo Central. Ministerio de Cultura, sig. 80.716. Obras urgentes en el chapitel central y consolidación de la bóveda central, 1985.Arq. Eduardo González Mercadé. Archivo Central Consejería de Cultura, sig. 1725. Proyecto de Restauración Integral de la Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, Valdemoro, para el Centro Regional de Conservación y Restauración del Patrimonio Histórico Inmueble, Dirección General de Patrimonio Cultural, 1987. Arq. Pedro Poncede León Hernández.
  • Archivo Central Consejería de Cultura, sig. 64/1. Proyecto de Restauración de las cubiertas de la Iglesia 
  • Archivo de la Dirección General de Arquitecturade la Consejería de Obras Públicas, Urbanismo y Transporte. OCRE, 1989
  • Archivo General de la Administración. Cultura, Medios y Prensa Gráfica, sig. 682. Iglesia de
  • Valdemoro, 1954
  • Archivo Regional. Fondo de la Diputación Provincial de Madrid, Sección Cultura. Valdemoro. Solicitud de ayuda económica con destino a las obras de restauración de la Iglesia parroquial de la localidad, 1979.



Música: Andrés de Torrentes - Asperges me

Ermita del Santísimo Cristo de la Salud

 


La ermita del Cristo de la Salud se encuentra en el límite norte del casco histórico de Valdemoro, entre la calle homónima y las denominadas Negritas, General Martitegui y Río Manzanares. Tiene una plaza frente a su fachada principal y en su entorno inmediato se generó un espacio público que contenía las escuelas y luego aula de música, llamado Parque Cristo de la Salud. Históricamente, esta zona extramuros de Valdemoro estaba constituida por las eras y diversas huertas y fincas de recreo, como la de Cánovas en el siglo XIX, y la ermita era el primer elemento de Valdemoro al acceder por el primi­tivo Camino Real a Aranjuez. 

Entorno de la Ermita a finales del siglo XIX

La nave central, de cuatro tramos, está acom­pañada en tres de ellos por seis capillas laterales simétricas comunicadas entre sí y separadas del espacio central por pilastras toscanas y arcos de medio punto, del mismo modo que sucede en la capilla mayor, de ancho menor que la nave. Ésta se cubre con bóveda de cañón con lunetos separados por arcos fajones, iluminada por huecos abiertos en dichos lunetos, y las capillas con casquetes. Está rematada la central del lado septentrional con cúpula, del mismo modo que la capilla mayor, sobre pechinas y con linterna, y además, ambas aparecen gallonadas; en esta capilla existe un retablo del Santo Cristo, barroco, con columnas salomónicas y estípites. En el testero, tras el altar mayor, se añade un pequeño espacio abovedado elevado con acceso por una escalera que constituye un retablo camarín barroco, cuyo antecedente directo era el exis­tente en la capilla de Atocha de Madrid, de Juan Gómez de Mora. 

Plata general

El exterior presenta un atractivo juego volu­métrico propiciado por los distintos momentos constructivos de la obra y por el contraste de los materiales: revestimiento original con yeso en muros y cubierta de teja curva cerámica, desdi­bujado por el zócalo de piedra añadido y la cornisa corrida de ladrillo que oculta los canalones. La portada original tenía dos espadañas laterales, pirámides sobre el arranque de la cubierta y cruz en la cumbrera marcando la simetría junto a un balcón y la puerta con arco de medio punto. Se reformó desacertadamente en el último tercio del siglo pasado añadiendo dos edificaciones laterales que permiten el paso por un arco central hasta el acceso primitivo de la ermita, que imponen un volumen y unos elementos formales totalmente ajenos a la ermita original. 

Sección longitudinal

Constructivamente, los muros de carga origi­nales -cabecera- se realizan de mampostería y mortero de cal sobre zanjas corridas de cimen­tación de grandes bolos de piedra y mortero similar; los muros laterales de la nave fueron sustituidos en la reforma por fábrica de ladrillo macizo de dos pies y los machones de las capi­llas se realizaron con un encofrado perdido de fábrica de ladrillo de medio pie y mampostería en su interior, que sostienen los arcos formeros que separan las capillas de la nave, los arcos fajones de la bóveda central y las vaídas de las capillas laterales. Dichas bóvedas -cañón de la central, casquetes de las capillas- se realizan con hormigón calcáreo sobre encofrado. La cubierta a dos aguas se organiza mediante armadura de par e hilera y teja cerámica curva. 

Vista de las capillas

Se desconoce el momento de su erección ni origen; se denominó Ermita del Cristo de la Sangre, del Santo de la Sangre, de la Veracruz -ya existente en 1650- y su cofradía se consti­tuyó en 1721. Su origen sería un humilladero que, según testimonios históricos, obtuvo indul­gencias del Cardenal Mendoza en el siglo XV y diversos historiadores de la villa fechan su naci­miento en este momento y le asignan como la primera iglesia de Valdemoro. Seguramente a finales de este siglo o comienzos del XVI se cons­truiría el primer santuario. A finales del siglo XVI, en 1575, recibe un legado para su "engrande­cimiento" y en 1614 una herencia para su repa­ración, ambas realizadas por la familia Correa.

Vista del interior hacia camarín

La capilla actual es una construcción sufra­gada por la Cofradía de la Veracruz, tras la aprobación de sus ordenanzas en 1650 por el arzobispo de Toledo, asentada junto al antiguo camino real a Toledo y compuesta por un núcleo de estilo barroco de mediados del XVII con un humilladero de una nave que sería la actual capilla mayor, agrandado posteriormente por un camarín al norte y una nave meridional. En 1668-9 es dibujada por Pier María Baldi con ocasión del viaje de Cosme de Medicis a España; 

Valdemoro en el siglo XVII
Se aprecia en primer término la ermita del Cristo de la Salud y detrás a la derecha, la iglesia parroquial.

aparece en este documento gráfico la ermita elevada en un pequeño altozano en el momento anterior de la construcción del camarín y de la nave, pues se puede colegir de la imagen el volumen del humilladero en primer término, cubierto a cuatro aguas y coronado por una linterna, seguramente de una cúpula interior, con elementos menores adosados a su fachada occidental. Alrededor, muy destruido y con forma de escuadra, se repre­senta un muro de fábrica que rodea el edificio. 

Hasta la reforma de la segunda mitad del siglo XX el espacio arbolado de entrada -jardín se denomina en 1923-, frente a la fachada prin­cipal, se encontraba cerrado por una verja de forja. Este recinto abarcaba, a su vez, el alzado meridional de la ermita y los septentrionales de las casas que lo cerraban por el sur. 

Ermita del Cristo de la Salud, antes Cristo de la Sangre.
Años 40

Ermita del Cristo de la Salud, antes Cristo de la Sangre.
Años 60

Fue restaurado el edificio en 1913 y en los años 60, pero a mediados de la década de los 70 del pasado siglo su estado de conservación era lamentable, por lo que fue prácticamente reconstruida en 1975 con proyecto de Emilio Ariznavarreta y Casimiro Población, que intro­ducen una zona de acceso bajo el coro de gran tamaño, así como la nueva fachada, dos viviendas y un salón social. 


La imagen del Cristo de la Salud fue destruida durante la Guerra Civil, y la actual réplica de la misma es del ano 1941, el retablo-camarín que lo alberga fue restaurado recientemente. 


Procesión del Santísimo Cristo de la Salud, saliendo del convento de las monjas Clarisas. 
Año 1915

Procesión por la plaza de la Constitución
Años 50

En procesión, saliendo de la ermita
Años 60


En la actualidad se ha acotado el recinto de la ermita y remodelado su entorno; en 1991 se reformó y amplió el Parque del Cristo de la Salud, con un nuevo cerramiento, ajardinamiento y templete de música.

Está incluida en el Registro General de Bienes de Interés Cultural del Ministerio de Cultura como Monumento Histórico Artístico, y goza de protección integral dentro del Catálogo de Bienes y Espacios Protegidos.






Música: El Cristo de la Salud - Manuel López Farfán