En 1577 volvía a cambiar de dueño como consecuencia de la enajenación realizada por Felipe II de la localidad a las propiedades del arzobispado toledano. Pero de ser villa de realengo pronto se convirtió en señorío jurisdiccional en manos de un noble de la Corte, Melchor de Herrera, Marqués de Auñón y regidor del concejo madrileño, época en la que tuvo lugar la fundación del Convento del Carmen, comunidad religiosa de gran importancia en la villa por su labor educativa y teológica.
Valdemoro se mantuvo en poder de la familia del marqués hasta que sus herederos decidieron venderla a uno de los personajes más influyentes de la época: Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, Duque de Lerma y valido del monarca Felipe III. Su nuevo propietario aprovecharía la ubicación privilegiada de la Villa en el camino de la Corte al Real Sitio de Aranjuez para honrar a los monarcas en sus paradas intermedias de descanso, circunstancia igualmente beneficiosa para la población que ofrecía alojamiento a los reyes y su numeroso acompañamiento en los frecuentes desplazamientos.
Valdemoro se mantuvo en poder de la familia del marqués hasta que sus herederos decidieron venderla a uno de los personajes más influyentes de la época: Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, Duque de Lerma y valido del monarca Felipe III. Su nuevo propietario aprovecharía la ubicación privilegiada de la Villa en el camino de la Corte al Real Sitio de Aranjuez para honrar a los monarcas en sus paradas intermedias de descanso, circunstancia igualmente beneficiosa para la población que ofrecía alojamiento a los reyes y su numeroso acompañamiento en los frecuentes desplazamientos.
Francisco Gómez de Sandoval y Rojas

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