La Raya Medieval de Valdemoro



La linde de Cabeza de Serranos a Carrera de Mata Mediana,  tramo de la Raya medieval acordada en 1239, entre Tierra de Segovia y Tierra de Madrid.


Existió una aldea de repoblación madrileña, llamada Pozuela, que junto a la aldea de Palomero, se ubicaba en el extremo occidental del Sexmo de Villaverde, de la Tierra de Madrid.

En los mapas actuales aún viene señalado un “Raso de Pozuela”, justo donde el arroyo Guatén es vadeado por la Cañada Real Galiana, claro indicio de la ubicación de este despoblado.

A fines del siglo XIX aún citaban la existencia de un trozo de la torre de su iglesia.

Su nombre pudo derivar de Poblazuela-Poblachuela, pero también, de Poza-Hoya en cauce o vega de río.

Valdemoro hoy

Igualmente, encontramos en los mapas modernos, la anotación “Raya de Valdemoro”, inmediata a la linde actual, fórmula medieval adoptada para denominar la línea divisoria.

Modificar o invadir la Raya, sería considerado algo muy grave y reprobable; y aún en nuestros días, es de uso común la expresión “pasarse de la Raya”, cuando se quiere reprender la infracción de una norma o costumbre.

Descendiendo a la vega desde la Cabeça de Serranos, y hasta el Mojón 18, donde se produce una inflexión hacia oriente, la linde consiste prácticamente en una alineación recta, que la nueva carretera M-423, ha sesgado en dos mitades, comunicadas por un par de Pasos Inferiores más alguna alcantarilla tubular también practicable. Atravesando campos de olivos y cereales, siguiendo el camino de servicio de la citada vía moderna y algún que otro resto de caminería histórica, podemos hoy en día darnos el gusto de hacer a pie todo el trazado.

En plena Vega, donde se alza el Mojón 27 moderno, tallado en granito, debió enclavarse el Mojón 14 medieval; lugar donde confluyen, el cauce de un arroyo, la linde actual y el llamado Sendero del Olmo.

Siguiendo la linde, cuesta arriba, llegamos a un pequeño alcor, donde se enclavan próximos entre sí los mojones 28 y 29 modernos.

Cabeza de Serranos, hoy Cerro Batallones

Desde esta altura, mirando al sur, reencontramos la referencia visual del Mojón 13, sobre la Cabeza de Serranos (Cerro Batallones).

Luego, descendiendo unos pasos hacia el norte, encontramos al pie de este cerrillo la Cannada-Cañada, cordel histórico de la trashumancia.

Aquí se ubicó el Mojón 15, “cabo la Cannada”; pero en un punto al otro lado de la nueva carretera M-423, al que debe accederse cruzando por el paso inferior alternativo construido con la nueva pista, dando continuidad a la vía pecuaria.

Vamos encontrando alguna alineación y amontonamiento de piedras sobre la linde, distinta de los clásicos majanos o montoneras de agricultor, que creemos identificar como sencillos rastros de una ancestral línea divisoria, si bien, aún no hemos podido ver cumplido el viejo sueño de dar con algún mojón medieval original.

Ya al otro lado de la carretera, y en dirección norte, podemos seguir la linde por el camino de servicio construido, topando en primer lugar con un cruce de caminos del llamado Camino del Espinillo o de la Culebra. Un mojón moderno de granito numerado M-34 señala el punto.

Confluencia Lindes de Pinto Torrejón y Valdemoro

Según avanzamos, topamos enseguida con un segundo camino, de Torrejón de Velasco, donde se enclava simultáneamente la línea divisoria de los tres términos aquí confluyentes, y debió ubicarse el Mojón 16, “cerca la carrera que va de Pozuela a Gozques e a Sant Steuan, e entrel otro que está cerca la cabeça Espartosa”, nombre que recibió esta vieja senda en aquel tiempo.

Gozques fue despoblado segoviano próximo al caserón del Real Sitio de Gózquez, existente en la actualidad. San Esteban o Santisteban, despoblado también segoviano, se ubicó próximo al caserío llamado en la actualidad Gózquez de Abajo, o Casa de Abajo hasta finales del siglo XIX, dentro del Real Sitio. Ambas aldeas se disgregaron en beneficio de otras aldeas más boyantes que finalmente darían lugar a los municipios que conocemos hoy.

Travertino junto a emplazamiento del Mojón 16

Un bloque amorfo de roca, llamada travertino, trasladado desde algún lugar ignoto hasta aquí, parece amojonar el lugar.

Un paso inferior permite, poco más allá, cruzar la carretera hacia el área de aparcamiento del nuevo hospital.

Vemos como todos los caminos encontrados, trazados de modo radial, convergen en el casco histórico de Valdemoro, germen originario de esta población, en forma de almendra como la gran mayoría de los poblados de repoblación en páramo, que solo una leve valla o cerca envolvía, más con carácter fiscal que defensivo.

Así también sucede con el Camino del Postiguillo, el del Arenalejo, el de las Pilillas y el Camino Viejo de Pinto, que según vamos avanzando nos van saliendo al paso.

Mojones modernos y Cabeza de Serranos al fondo

Llegamos al lugar que presuponemos ubicó el Mojón 17, “cerca la cabeza Espartosa”.

Existe actualmente, así denominada, una Cabeza Espartosa (altura de 626 m), alcor distante de la linde unos tres kilómetros, hacia poniente.

Pero la cita no fue expresamente dirigida a ésta.

Este fitónimo, haciendo alusión al abundante esparto que crece por estos campos, dio lugar a que un número indeterminado de alcores que forman el paraje, recibieran en conjunto tal apelativo.

La alineación de la linde moderna sigue dándonos la pauta de aquella traza primitiva que el Rey Fernando III y su comitiva, pacientemente señalaran en la primavera de 1239, partiendo de las proximidades de Yeles, a lo largo de algunas jornadas, hasta concluir en el Jarama los trabajos de deslinde.

Mojon 18 y linde desde la Espartosa

El Mojón 18, “so la cabeza Espartosa e sobre la carrera que va de Pinto a Valde Moro”, se enclavó junto al cruce con el Camino Viejo de Pinto, también llamado Camino de las Pilillas, al pie, de este conjunto de elevaciones que constituían la Espartosa.

Hemos encontrado una enorme cantidad de piedra de yeso diseminada entre los sembrados, que suponemos apilaban sobre leña, dentro de estructuras de ladrillo, a modo de hornos morunos, para la producción de cal y yeso en el lugar.

Estos hornillos pudieron recibir el nombre de pilas-pilillas, por el amontonamiento o apilamiento de piedra.

La Carrera de Pinto recibió luego el nombre de Camino Viejo de Pinto, tras la construcción de la Carretera de Andalucía en tiempos de Carlos III, a escasos pasos más allá, hacia levante.

Posible ubicación del Mojon 19

El Mojón 19, “en la vega, entrambas las Carreras”, alude a un espacio en hondonada, que se abre entre la Carrera de Pinto antes citada y la Carrera de Mata Mediana que conduce valle abajo, directamente hacia el Jarama.

Encontramos en la actualidad, un lugar donde una vieja higuera junto a los escasos restos constructivos de una casilla, parecen marcar, a modo de guardarraya, el sitio descrito para este mojón, próximo a la vieja traza del Camino Real de Andalucía, desplazado por la moderna Autovía de Andalucía A-4.

Siguiendo la linde accederíamos al Mojón 20 y consecutivos, en dirección a El Riscal.



Mapa de la raya de Valdemoro

El perfil del recorrido es prácticamente horizontal, con suaves desniveles, apto tanto para senderismo como para ciclismo.

La longitud total del tramo descrito no llega a 4 kilómetros, algo menos de una Legua; distancia que antaño se recorría a pie, tras una hora de caminata.

La linde delimitaba territorio, campo abierto, remarcada tanto por hitos naturales-cerros, hondonadas, arroyos,… como por hitos artificiales-mojones, y no llevaba necesariamente aparejado un camino en su trazado, como vemos parcialmente en el caso que nos ocupa.

La comitiva que acompañaba al rey Fernando III (1239), avanzaba a caballo, campo a través, rodeada de una mesnada de peones y escoltada por gente armada.

Recién conquistada Córdoba (1236), se adoptaban planes para debelar la ciudad de Sevilla (1248).

Hacía tiempo que las aceifas musulmanas ya no alcanzaban estos territorios alejados de la frontera, y las pugnas que rompían la armonía y paz en estos campos eran de otro signo.

Un proceso creciente de señorialización daba comienzo, dándose de frente con los intereses de los concejos de estas comunidades de repoblación, pequeñas aldeas y villas, que rápidamente se aprestaron a pasar a la defensiva, buscando la protección y apoyo de la Corona, con irregulares resultados.





Fuente: parquelineal.es

Hermanas Hospitalarias de San José




En 1905 un grupo de mujeres unidas por el deseo de destinar tiempo y recursos a los desfavorecidos del municipio fundaba la Asociación de Hermanas Hospitalarias de San José. Su principal objetivo era velar por el buen funcionamiento del hospital de San José, una institución caritativa cuyos orígenes se remontaban a los últimos años del siglo XVIII. Durante tres décadas gracias a donativos públicos y privados se encargaron de atender las instalaciones y a los enfermos pero la guerra truncó el proyecto y la asociación languideció hasta su completa extinción en 1970.


En junio de 1905 el Ayuntamiento de Valdemoro, propietario del hospital de San José desde 1788, organizaba una suscripción popular para costear el mobiliario, ropas y efectos del establecimiento. La recaudación ascendió a 1.466,50 pesetas que fue invertida íntegramente en la adquisición de los enseres necesarios para el funcionamiento de la institución, según consta en los documentos impresos que se conservan en el Archivo Municipal. A partir de ese momento y hasta el inicio de la Guerra Civil el sostenimiento de pobres y enfermos asistidos en la casa de San José pasaría a depender de la Asociación de Hermanas Hospitalarias, fundada especialmente para semejante fin.

 La Asociación se regía por unos estatutos redactados el 28 de junio de 1905 y aprobados el 8 agosto del mismo año y desde entonces contó con la subvención anual del Ayuntamiento además de otros ingresos procedentes de donativos particulares y de los beneficios generados por representaciones teatrales, bailes de carnaval y celebración de novilladas, fundamentalmente.


 Esta agrupación de mujeres caritativas se mantuvo inalterable hasta el estallido de la Guerra Civil que trajo consigo la destrucción del edificio y la mudanza de muebles, ropas y enseres a los hospitales de sangre creados en otros lugares del término municipal con el fin de atender a los heridos en el frente cercano. Sin embargo la asociación no llegó a disolverse por completo, de hecho en el Archivo Parroquial de Valdemoro se conserva un libro de cuentas que registra los ingresos y gastos desde 1905 hasta 1971.

 En 1954 el Ayuntamiento empezó a realizar las gestiones oportunas para "construir un edificio de nueva planta" destinado a la atención de los enfermos. Y por la escasez de recursos y la certeza de que las Hermanas Hospitalarias tenían un saldo positivo que rondaba las 14.000 pesetas, inició los trámites necesarios para que ese dinero revirtiera en las arcas municipales, amparándose en el artículo adicional que decía expresamente: "Los fondos que constituyen el haber de esta Asociación pasarán a la Beneficencia municipal de Valdemoro en caso de disolución".

 En el Archivo Municipal no ha quedado constancia de si llegó a llevarse a cabo esta transmisión de capital, pero suponemos que las negociaciones no debieron ser fáciles, pese a que la presidenta dirigió un comunicado al alcalde en que ofrecía toda la ayuda precisa en los términos siguientes "todas, con gran entusiasmo, estamos dispuestas a colaborar, en cuanto tengan el edificio, y cooperar con todos nuestros medios a la instalación y sostenimiento del mismo con arreglo al articulado de nuestros estatutos". La prolongación de asientos contables hasta 1971 parece indicar que la asociación tuvo cierta actividad pero no ligada a la beneficencia pública de modo tan estrecho a cómo lo había llevado a cabo en las primeras décadas de su funcionamiento.



Fuente: Archivo Municipal - "Hospital de San José", en Edificios que son historia. Valdemoro, Madrid, Ayuntamiento de Valdemoro, 2007, pp. 212-221. 


Música/Video:

Hospital de San José de 1766


El Hospital de San José estaba ubicado al oeste del casco histórico del municipio, en la calle que actualmente lleva su nombre, y estaba dedicado a acoger a personas sin recursos y enfermas.

Se convirtió en un referente hospitalario para los vecinos desde entonces hasta la finalización de la guerra civil. Una vez terminado el conflicto bélico y debido al estado ruinoso en que quedó el edificio, su reconstrucción pasó por diversos avatares para acabar cambiando de uso. En la actualidad es una Casa de Niños.

El plano expuesto está trazado en tinta y coloreado con acuarela por el arquitecto madrileño y maestro de obras de la corte Juan Manuel Martín Vidal en 1766, constituye el documento gráfico más antiguo que se conserva perteneciente a una obra civil del municipio de Valdemoro.


El hospital de San José fue fundado por el matrimonio natural de Valdemoro y residentes en Madrid , José de Miranda e Isidora Maroto en 1788.

Esta pareja había entrado en contacto unos años antes con los Hermanos Obregones, regidores del antiguo hospital de la Concepción desde 1632, que les pusieron de manifiesto la penosa situación económica que atravesaba el establecimiento hospitalario. Las penurias eran muchas pero las más acuciantes eran el estado ruinoso del edificio en el que ejercían la hospitalidad, las exiguas condiciones higiénicas y la falta de medios para repararlo. Los cónyuges, deseosos de poder socorrer en la medida de lo posible tales carencias, decidieron comprar unas casas espaciosas y cederlas para tan encomiable fin, con el único requisito de consagrar el recinto a San José, tal vez en homenaje al patronímico del marido y a las funciones protectoras del santo, uno de los principales abogados para lograr una buena muerte.

 Se desconoce la trayectoria social seguida por los patronos, pero es fácil suponer que ostentaban una sólida posición adinerada basada en la tenencia de bienes raíces; circunstancia que, seguramente, les llevaría a relacionarse con una de las familias más importantes de la villa, los Lerena, y a contactar con Pedro López de Lerena, secretario de Estado y del Despacho Universal de la Real Hacienda, asentado en la corte desde hacía tiempo. Esa presumible amistad hizo posible que el matrimonio Miranda frecuentara los círculos de poder madrileños y deseara plasmar la preponderancia conseguida por medio de la nueva fundación benéfica y así resaltar visiblemente en la comunidad de su pueblo.

El plan ideado por los promotores era ambicioso y también afectaba al antiguo edificio [el hospital de la Concepción, ubicado en la actual plaza de Autos], siempre pensando en favor de los vecinos de pocos recursos, sentimiento encubridor de un marcado afán de protagonismo de los donantes:

"… y que donde está el Hospital antiguo se fabriquen a expensas del mismo caudal [expolios y vacantes] algunas casas bajas con solo un piso, que costaran poco, serán útiles al Pueblo, y su producto cederá en beneficio del Hospital. Interesado S.M. de todo, se ha dignado aprobarlo, y en su consecuencia manda que disponga V.S. lo que halle por mas conveniente, a beneficio y para la mejor asistencia de los pobres y enfermos que acuden a curarse al mencionado Hospital…". 

 Entre los requisitos manifestados en la escritura de cesión, solicitaban que el nuevo hospital estuviera bajo la jurisdicción real ordinaria de la villa y su Ayuntamiento, de cuyos regidores esperaban los otorgantes cuidaran a perpetuidad de la asistencia y engrandecimiento.

 "Por dicha escritura reconocerán vuestras mercedes quedar a la Justicia y Ayuntamiento perpetuamente la misión y solicitud del buen cobro y régimen de ese Hospital, cuyo desempeño debe confiarse del celo y caridad de los individuos que componen y compondrán ese Ayuntamiento".

La ayuda prestada a la empresa por Lerena, que gozaba de gran prestigio ante el monarca, sin duda contribuyó a agilizar los trámites burocráticos e incrementar los bienes iniciales y, poco después del legado dotacional, recibiría la cantidad de 15.000 rs. de vellón: 10.000 procedentes de los caudales del fondo pío beneficial del Arzobispado de Toledo y los restantes como asignación anual a cargo de los fondos de expolios y vacantes (la mitad de los bienes dejados por los obispos a su fallecimiento y de las rentas de obispados vacantes se atribuía a la hacienda regia con el fin de destinarlos a fines piadosos y de beneficencia).


Documento de valoración y tasación 

 El plano mostrado al inicio del artículo, fue dibujado con objeto de proceder a la valoración y tasación económica de los edificios existentes. La propiedad tasada era de buena factura y considerables proporciones, capaz de albergar distintas salas donde poder alojar y cuidar a los enfermos; las cocinas, patios y demás dependencias serían destinadas a ejercer de modo adecuado la sanidad. El edificio se encontraba a las afueras del caserío, en el llamado Barrio de Arriba, presidiendo un lugar alto y venteado, orientado a poniente, reuniendo, así, los requisitos de salubridad mínimos para el propósito elegido. El aceptable estado de la fábrica y sus dimensiones auguraban el óptimo aprovechamiento para el que iban a ser destinadas:

  "…Casa con fachada a Levante, la que tiene de línea setenta pies y, entrando en dicha casa, por la línea de la mano derecha hasta la otra calle de Poniente, tiene de línea ciento y cinco pies; y entrando por la línea de mano izquierda, tiene otros ciento y cinco pies, hasta la calle y línea opuesta a la fachada, que es la calle que cae al Poniente y al campo, cuya fachada opuesta tiene setenta pies, que multiplicadas sus líneas unas con otras con lo que les toca de sus medianerías, hacen pies superficiales siete mil trescientos y cincuenta pies. Y su fachada se comprime de cimientos, algunos machos de ladrillo, las dos fachadas, y la restante bajas y tapias de tierra, y lo restante de sus viviendas en lo bajo, que son las que ocupan el patio primero y jardín, paredes de tierra, y sus viviendas tabiques con sus entramados, bovedillas de madera de viguetas, así en el salón de la planta baja, un suelo de las mismas viguetas; y la vivienda de mano derecha, suelos de lo mismo de maderos de bovedillas: el cuarto bajo y principal con sus habitaciones correspondientes para un señor embajador, y su escalera principal basas; toda esta habitación está nueva, puertas y ventanas y todo lo que tiene. Jardín con su fuente de mármol, pilón y taza, noria, y sigue un patio adonde están viviendas para criados a la mano derecha, bajo, alto, con bovedillas de a seis, y a la mano izquierda, entrando en el jardín, se compone de piezas para graneros y piezas vivideras, y cuadra de catorce plazas, sus dos cocheras y pajar: también sigue su línea en dicha calle de Poniente, con ciento treinta y ocho pies y, entrando por la mano derecha, que sirve de lagar, tiene setenta y dos pies de fondo, y volviendo a la mano izquierda, con la casa mencionada, tiene de fondo setenta y ocho pies, hasta encontrar un codillo, que alarga el sitio con catorce pies, y sigue hasta cerrar su área con setenta pies, que multiplicadas sus líneas, unas con otras, con lo que les pertenezca de sus medianerías, hace pies superficiales, nueve mil novecientos diez y ocho, con lo ha servido de lagar, y donde estaban las cubas, con todas sus piezas correspondientes, cuatro piezas a la mano izquierda, un gran patio con pozo y pila, que, junto con la otra casa, con sus puertas y ventanas, y sus herrajes correspondientes, armaduras de viguetas y algunas tercias, tejas, rejas, antepechos, cocina y todo los demás de que se componen dichas viviendas, en el estado que al presente se hallan, tasa que vale en su intrínseco valor cuarenta y un mil novecientos y ochenta reales de vellón, agregando el corralillo que está a la mano derecha a la línea de la noria, que tiene trescientos y sesenta pies, como una cueva que tiene treinta y nueve sibiles (1) , con tres bajadas…". 

Los responsables de la redacción de estos documentos, seguramente pensando en su mejor conservación, los salvaguardaron en una caja de madera de pino en cuya portada resumieron su contenido:

"Donacion perpetua de Casas principales y otras accesorias, sitas en la villa de Valdemoro, y Dª. Ysidora Maroto, su Esposa, naturales de la misma, y Vecinos dela de Madrid; con destino precisamente para Hospital de Pobres enfermos en ella; cuya Escritura fue otorgada por ante Ysidro Gonzalez Roxo, Essno. de Camara de la Colecturia General de Expolios, su fecha en dicha Corte a 28 de Noviembre de 1788. Se incluye un Quaderno de los Titulos de propiedad de citadas casas, pertenecientes a los expresados Donadores, otorgados por ante Manuel Fernandez Sanchez, Essno. del Numero de la propia Corte, en 6 de septiembre de 1780".

Actual Casa de Niños



Fuente: Archivo Municipal - Edificios que son historia. Valdemoro, Madrid, Ayuntamiento de Valdemoro, 2007, pp. 212-221.

Música: "Sonata in F minor K.466" - Doménico Scarlatti 



Fiestas Nuestra Señora del Rosario





 Las fiestas de Nuestra Señora del Rosario tienen lugar en septiembre, siendo concrétamente el día 8 el día de la patrona. Su origen está ligado a la solemnidad religiosa de la Natividad de Nuestra Señora.
En un principio se conmemoró la festividad del Santísimo Rosario (primer domingo de octubre), pero a partir de la nueva fundación de la cofradía en 1698 determinaron que la fiesta principal tuviera lugar el día que la Iglesia celebra el misterio de la Natividad de la Virgen (8 de septiembre), cumpliéndose el artículo octavo de las reglas, aprobadas el 30 de mayo del mismo año. Norma que sigue realizándose en la actualidad.

 La devoción a la Virgen del Rosario en el municipio de Valdemoro se remonta cinco siglos atrás y desde entonces sus habitantes se han preocupado por simultanear los actos devotos con divertimentos más profanos. Las cofradías encargadas de su culto se esforzaron con el fin de que su patrona consiguiera ser la más venerada y no escatimaron en gastos: un trono de plata y una carroza triunfal fueron las adquisiciones más importantes efectuadas en el siglo XVII para que la imagen procesionara por las calles más importantes de la localidad.

 De igual modo que los devotos del Cristo de la Salud, los cofrades del Rosario, junto al recorrido procesional y otras funciones litúrgicas realizadas en su capilla (construida en 1602), comenzaron a incorporar actividades más mundanas destinadas a entretener al pueblo y también a conseguir beneficios añadidos para engrandecimiento de la imagen. Ya en el siglo XVII son frecuentes los documentos que nos hablan de luminarias, corridas de toros, comedias y danzas que muestran el interés de los valdemoreños por mantener una tradición y una devoción que se remontaba tiempo atrás.



 Una crónica del siglo XIX describía la fastuosidad de la ceremonia, en la que participaban todas las hermandades, congregaciones y autoridades que discurrían por las calles principales ante la presencia de numeroso público, que contemplaba el paso de la imagen en la carroza iluminada con vistosos fanales y faroles que contribuían a darle mayor esplendor.

 Las modas han cambiado mucho a lo largo de quinientos años, pero la esencia ha permanecido prácticamente inalterable. Cada septiembre, pocos días antes de comenzar el otoño, se siguen celebrando las fiestas del Rosario. Procesiones, fuegos de artificio (antiguas luminarias y pólvora), bailes (que han sustituido a las antiguas danzas ceremoniales) y actuaciones de todo tipo, acompañan a los vecinos de Valdemoro en la despedida del verano.



Casa del Rey, Casa de San Nicolás y Colegio de San José

Estos han sido los nombres dados al edificio comprendido entre la Plaza del Conde, el callejón del Rey y San Vicente de Paúl.

Se cree que perteneció a la Compañía de Jesús hasta que los jesuitas fueron expulsados durante el reinado de Carlos III (1759-1788).

A partir de ahí, el inmueble paso a pertenecer a la Hacienda Pública, es decir, al patrimonio real, por lo que su nombre cambió para denominarse Casa del Rey.

Pasado un tiempo, fue comprado por don Diego Fernández de Vallejo, Marqués de Vallejo, que lo donó a las Hijas de la Caridad, que en agradecimiento al marqués le cambiaron el nombre, bautizando el edificio como Casa de San Nicolás, en homenaje a su esposa, Nicolasa Gallo.

En 1897, las monjas, además de prestar asistencia a las hermanas enfermas, comenzaron a llevar a cabo tareas educativas con el nombre de las Escuelitas de San José, algo que se continúa en la actualidad.


Vista de las fachada principales del Convento de San Nicolás

El conjunto del colegio San José y el convento de San Nicolás ocupa prácticamente una manzana completa localizada en la parte norte del casco antiguo de Valdemoro entre las calles de San Vicente de Paúl, San Nicolás, callejón del Rey y plaza del Conde. Originalmente, además de estas propiedades, poseía una amplia zona dedicada a huerto y eras, con noria y depósito de agua, entre las calles actuales del Apóstol Santiago, Tenerías y San Vicente de Paúl, hoy edificada.

El convento, de la congregación de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl, comprende parte del callejón del Rey y de la calle San Vicente de Paúl. El colegio, en cambio, ocupa la parte sur y se abre a la plaza del Conde, callejón del Rey y calle San Nicolás, donde se encuentra la capilla.

Planta del conjunto, 1978
Archivo Casa de San Nicolás.

El resto de la manzana -zona noroeste- contiene edificaciones de servicio y patios de recreo del colegio. El convento, se compone básicamente de una construcción en forma de U con dos fachadas a la calle de San Vicente de Paúl, de acceso para personas y vehículos, y al callejón del Rey, y además, otra interior al jardín. 


El edificio tiene dos plantas y volumétricamente se asemeja a la arquitectura tradicional de Valdemoro, es decir, formas simples y rotundas sin elementos añadidos, suaves cornisas, cubierta de baja pendiente y fachadas que siguen las alineaciones de la calle. La diferencia estriba en su imagen formal culta de finales del siglo XIX -similar a la del Juncarejo o estación de ferrocarril-, consistente en grandes paños de aparejo a la toledana con esquinas de ladrillo y recercado de huecos del mismo material, dinteles en arco a sardinel e, igualmente, cornisa, pequeño alero e imposta decorados también con ladrillo.

Como sucede en el Juncarejo, el énfasis compositivo de la fachada principal es horizontal, contrarrestado por la verticalidad de los grandes huecos (ventanas con antepecho en planta alta y ventanas y puertas en la baja) y pilastrones de ladrillo en planta de acceso. Del interior, completamente reformado, sólo restan la escalera y el patio, cerrado por tres lados con las fachadas internas del edificio de dos plantas, que contienen el volumen de cuarto de octógono que alberga la escalera y una terraza meridional en el retranqueo de la primera planta; se abre el convento a dicho patio ajardinado con amplios arcos de ladrillo a sardinel acristalados que configuraban, originalmente, un claustro abierto.

Vista del claustro del Convento de San Nicolás

Sus acabados constructivos y formales son similares a los de los alzados principales. Las Casas del Rey y de Labor, situadas al sur de la finca y derruidas a finales de los años 60 del siglo XX para construir el colegio de San José, mantenían la alineación de la plaza del Conde, pero la nueva construcción tuvo que retranquearse respecto a la capilla, en la línea original.

Vista de la Casa del Rey (desaparecida). 
Memoria de Valdemoro I . Fotografías.

La capilla tiene acceso desde el colegio y se compone de una sola nave con dos coros sobre los pies y cabecera con ábside semicircular de ancho menor que la nave y retablo moderno. Se cubre con bóveda de cañón de sencillos arcos estructurales sobre lampetas eclécticas y cornisa moldurada que dibuja en todo el perímetro el arranque de la bóveda; el altar mayor tiene otra bóveda de cuarto de naranja e inicialmente se horadaba con varios vanos, con una imagen de la Virgen en el central, ante un rompimiento de gloria posterior pintado en el muro, hoy cegado.
Se ilumina mediante cuatro huecos verticales con vidrieras recientes en su fachada a la calle de San Nicolás. La existencia de los dos coros actuales en sustitución del original existente intermedio, que se derruyó, fue debido al aumento de una planta en el nuevo convento y la pérdida del nivel de acceso del forjado anterior.

Vista del interior de la capilla hacia el altar mayor

Al exterior, único elemento original que resta, muestra la capilla un alzado restaurado con dos huecos para iluminar el coro alto, contrafuertes de ladrillo visto, ventanas de la nave con arco de ladrillo a sardinel, imposta, cornisa y alero decorados con el aparejo del ladrillo y solución similar en el ábside, que en parte queda visto desde la vía pública.

Vista exterior de la capilla

Los marqueses de Vallejo donaron en 1878 a las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl una serie de propiedades en Valdemoro que se utilizaron con fines sanitarios particulares de la Congregación, localizados en dos puntos distintos de la población: en la parte oriental, en la calle Alarcón, denominado Casa u Hospital de San Diego, con terrenos que llegaban hasta la carretera de Andalucía y calle del Pozo Chico, y al norte, al menos dos grandes parcelas delimitadas por la plaza del Conde, callejón del Rey, calles de San Nicolás, Apóstol Santiago y Tenerías, separadas por la calle de San Vicente de Paúl, donde se construyó posteriormente la Casa de San Nicolás - a excepción de la Casa del Rey, al parecer, residencia de los donantes, que estuvo sin uso por problemas económicos-.

Don Diego Fernández Vallejo y su esposa Doña Nicolasa Gallo Alcántara.


Estaba dedicada a hermanas jóvenes convalecientes y en ella se abrió una pequeña escuela para ambos sexos. Dicha Casa del Rey, en la plaza del Conde esquina al callejón del Rey, tenía esta denominación por ser tradición que Felipe III, en sus temporadas en Aranjuez, despachaba con el duque de Lerma en esta vivienda de Valdemoro; además, Carlos IV la utilizó como punto de descanso en sus trayectos a dicho Sitio Real e incluso parece que perteneció a la corona.

La edificación era la típica casona de Valdemoro con dos plantas y cubierta a tres aguas, patio, cueva y corrales anejos, así como una finca cercada con era empedrada, huerta y jardín irrigados por pozo, estanque y noria -manzana edificada actual entre las calles de San Vicente de Paúl, Tenerías y Apóstol Santiago-, El aumento de las hermanas atendidas obligó a reformar y ampliar las dependencias de la Casa de San Diego, para lo cual se realojó a las hermanas de San Diego en la nueva Casa de San Nicolás, fundada en 1888 y situada en el extremo nordeste de la finca, en la esquina de las calles de San Vicente de Paúl y del Rey, que se debió finalizar en 1897, fecha de la placa conmemorativa dedicada a los marqueses de Vallejo.


En este año se establece la congregación de los Padres Paúles en Valdemoro para asistir espiritualmente a las monjas de San Nicolás, comunidad que requirió poco después fundar en la villa una residencia para los religiosos.

Unos diez años después de su fundación se abrieron las Escuelitas de San Nicolás con dos aulas, una para párvulos de ambos sexos y otra para niñas adolescentes, aprobado como centro de educación en 1925 y que constituye el germen del actual Colegio San José.

En el año 1945, el arquitecto Rafael Martínez Higuera redacta un proyecto de ampliación y reforma del convento de San Nicolás, referido principalmente a la adaptación de un pabellón existente en la casa para destinarlo a sanatorio propio de las Hijas de la Caridad; en dicho documento se plantea una galería y diversa obra de nueva planta.

Entre los elementos esenciales de la ampliación hay que mencionar la nueva escalera de uso exclusivo para este edificio y la terraza sobre la galería para uso de las convalecientes; los materiales constructivos en la parte ampliada de lavaderos y dormitorios son los mismos del cuerpo original, es decir, muro de fábrica de ladrillo y mampostería, y en la galería fábrica de ladrillo.

Cuatro años más tarde, en 1949, el aparejador municipal, Miguel Leyva, levanta los planos de las aulas de las Escuelas Mixtas de Párvulos Gratuitas de la Caridad de San Vicente de Paúl, sitas en la plaza del Conde, 4. Las modificaciones impuestas por el Ministerio de Educación y Cultura obligaron en 1965 a organizar la construcción del actual colegio, que se realizó de tres plantas, una más que el edificio original.

En la misma manzana se encontraba la Casa de Labor, aneja a la del Rey, una de las tres casas alimenticias en la provincia de Madrid propiedad de los jesuítas, probablemente del duque de Lerma y cedida a dicha orden tras la muerte de su último heredero directo a mediados del siglo XVII, como sucedió con la Casa del Rey de Arganda, aunque también se cree que podría haber sido comprada tras su constitución en Madrid en 1562, que fue perdida con la expulsión de dicha orden en 1767 y posterior desamortización de Mendizábal, realizada en el año 1837, para ser comprada por los Padres Paúles en 1898. En el momento de su expropiación se describía como perteneciente a las Clarisas una casa en la calle que sube al Cristo de la Salud por el juego de pelota con molino de aceite, dos patios, corral, cuadra, fachada principal con 39 pies (10,9 m) y superficie en planta 12.095 pies cuadrados (939 m2), que parece referirse a esta Casa de Labor. Tenía dos plantas la vivienda y los patios pórticos de pies derechos, al modo tradicional de la zona.

Fue comprada por los Gaviria y después los Vallejo, que la dividieron en dos partes en 1883 para proceder a su venta, por lo que se convierte en una hacienda independiente de la comunidad de Padres Paúles de la carretera de Andalucía, conjunto destruido al realizarse el nuevo colegio. Su acceso principal estaba en la calle de la Vera Cruz -hoy San Nicolás, 2-, mientras que el agropecuario -maquinaria agrícola, ganado- se hacía por la actual calle de San Vicente de Paúl, donde se conservan varias construcciones de esta tipología muy transformadas y de gran tamaño: contaba la casa, además de la almazara, corral y cuadra, graneros, vaquería, almacenes y otras dependencias destinadas a la labor, base económica de la Congregación.

En la parte occidental de dicha Casa de Labor, al ascender por la calle de San Nicolás, realiza la Casa homónima una capilla abierta al público -descrita anteriormente-, a la que se accedía por un pequeño patio; un largo corredor comunicaba esta zona con los patios porticados anejos al convento. Fue inaugurada en 1906 y se decoraba con un lienzo de Palmaroli sobre las Apariciones de Santa Catalina Labouré, destruido en la Guerra Civil.

La Casa de Labor albergó desde 1961 a 1969 la comunidad de Padres Paúles que había vendido su casa de la carretera de Andalucía. En 1968 sufrió un importante incendio que obligó a diversas reparaciones. Posteriormente fue trasladada a otra ubicación más cómoda para el movimiento de los aperos de labranza. En ese mismo año de 1968 se derruye la Casa del Rey y parte de la de Labor para construir un nuevo colegio, denominado de San José, inaugurado en 1970.

Los arquitectos José Luis Pico y Felipe Dosset realizan diversos trabajos para la comunidad de religiosas de San Vicente Paúl en la década de 1960 -depósito de agua, levantamientos de planos, etc-



Documentación
Archivo Municipal de Valdemoro. Sig. 808-3. Ampliación y reforma del Convento de San Nicolás, propiedad de las Hijas de la Caridad de San Vicente, 1945. Arq. Rafael Martínez Higuera. 
Archivo Municipal de Valdemoro. Sig. 808-4. Plano de los locales destinados a enseñanza en las Escuelas Mixtas de Párvulos Gratuitas de la Caridad de San Vicente de Paúl, 1949. Aparejador: Manuel Leyva.
Archivo de la Casa de San Nicolás. Planta del conjunto, 1978.
Archivo de la Casa de San Nicolás. Planta del estado actual, 1964. Arqtos. Felipe Dosset y José Luis Pico.

Bibliografía
BAILLO, R. Valdemoro. Madrid: Rubiños, 1891.
ORCAJO, A. "Reseña histórica de la Familia Vicenciana en Valdemoro", Anales de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad, 2001, tomo 109, n° 4, págs. 303-81.


Elección de espacios urbanos de la Villa, como platós de cine.


Muchos vecinos desconocen esta parte de la historia de Valdemoro. Tanto el consistorio como el Archivo Municipal, con la colaboración de la Universidad Rey Juan Carlos a través de un convenio de prácticas, se recopiló información o testimonios de aquellos “extras” que participaron en los rodajes. Las facilidades que se dieron en los años cincuenta hicieron atractivos lugares como la Iglesia Parroquial, el salón de Plenos del antiguo Ayuntamiento o la plaza de la Constitución, por donde pasaron, entre otros, Sofía Loren, Frank Sinatra, Raf Vallote, Pepe Isbert, Carmen Sevilla o Rocío Durcal.

Orson Welles durante la grabación de "Una historia inmortal"

En Valdemoro se rodaron películas como "Más allá de las montañas", "Sangre en el ruedo", "La Lola se va a los puertos" u "Orgullo y pasión", cuyo director, Stanley Kramer, donó mil pesetas al consistorio en agradecimiento.

Trio protagonista de la película Orgullo y pasión 

 Sobre este aspecto interesante y poco conocido de la historia reciente del municipio, la elección de espacios urbanos como platós de cine, se conservan pocos testimonios escritos en el Archivo Municipal, pero entre esos pocos destaca uno.

La búsqueda en bases de datos especializadas y los testimonios orales de aquellos que participaron como extras o recuerdan ver a la "gente del cine" recorriendo las calles, por el paisaje y los monumentos del pueblo han permitido constatar casi una treintena de películas rodadas desde 1949 a 2003.

Entre los objetivos fundamentales se pretendía demostrar cómo la industria fílmica tuvo cierta influencia en el desarrollo económico y social del municipio en ese periodo.

El estudio se centró en la segunda mitad del siglo XX aunque los años de mayor presencia de la industria del cine en Valdemoro se enmarcan de 1953 a 1975. En esa época los valdemoreños seguían dedicados mayoritariamente a las labores agrarias, puesto que tradicionalmente la economía del municipio se había basado en la agricultura, junto a la explotación de las abundantes canteras de yeso diseminadas por el término municipal.

Tanto el trabajo en el campo como en las canteras y yeserías era duro y tan insuficientemente remunerado que solo permitía a los trabajadores sobrevivir a costa de muchos sacrificios. La labranza no rendía suficientemente porque los precios estaban muy bajos, no generaba recursos suficientes para modernizar los medios de producción y, por lo tanto, los salarios abonados a los aparceros resultaban escasos para poder mantenerse. En consecuencia, participar como extra en una secuencia de una película suponía para algunos ganar en un día sin esfuerzo lo que les costaba una semana de faena agotadora.

 Los lugares preferidos por los cineastas se distinguen entre espacios públicos y privados. En cuanto a los primeros destaca sobremanera la plaza de la Constitución.


La belleza arquitectónica de la plaza valdemoreña encandiló a varios directores de la época que decidieron inmortalizarla en algunas de las secuencias de sus largometrajes. "Orgullo y pasión", "Torero por alegrías", "El bandido generoso", "El milagro del sacristán", "La venganza del Zorro", "Una chica de Chicago" y "Una historia inmortal" tienen como marco inconfundible los soportales de la plaza de la Constitución durante algunos minutos.

Ciudadano Clay - "Una historia inmortal"

 El documento destacable se refiere concretamente al filme "El turismo es un gran invento", dirigida por Pedro Lazaga en 1968 y protagonizado por Paco Martínez Soria, José Luis López Vázquez, Antonio Ozores y María Luisa Ponte.


Los encargados de localizar los escenarios más adecuados a sus intereses se fijaron –como otros muchos con anterioridad- en el antiguo Consistorio, ubicado en la plaza de la Constitución, nº 18 (actual sede de la Concejalía de Educación).
Dicho inmueble fue objeto de una importante reconstrucción en 1994, pero antes de esa fecha era la sede de la Corporación municipal para adoptar los principales acuerdos del Gobierno local. En la planta superior se encontraba el salón de Sesiones, cuyas paredes estaban decoradas artísticamente con frescos que representaban motivos masónicos y lápidas conmemorativas de personajes ilustres de la historia de Valdemoro. Una barandilla de hierro separaba el lugar destinado al alcalde y los concejales del reservado al público.

Casi todos los directores que optaron por Valdemoro como localización exterior, reprodujeron las estancias de este edificio más o menos transfiguradas y así se pueden ver en los filmes: "El bandido generoso", "Torero por alegrías", "Orgullo y pasión", "Una chica de Chicago", "El turismo es un gran invento" y "Sangre en el ruedo".



Juan Gil Sabio con el traje como doble de Frank Sinatra, durante el rodaje de "Orgullo y pasión". Junio, 1956. 


Hay que destacar los escasos ingresos recibidos en las arcas municipales en proporción a las numerosas veces que pasaron los equipos cinematográficos por la población; quizá sea porque las aportaciones no se inscribieran debidamente en los libros contables o porque no se hicieran efectivas. Máxime cuando hubo rodajes en los que transformaron por completo el salón de Sesiones de la Casa Consistorial (El bandido generoso y Una chica de Chicago), los laterales de la plaza de la Constitución (Una chica de Chicago), o la calle principal del casco urbano (Más allá de las montañas).

Fotograma - Una chica de Chicago

Este tipo de registros indican que en esa época no existía la tasa por rodajes como tal, por eso en los diferentes asientos las cantidades aparecen como "donativos", por eso el mandamiento de ingreso de 1968 se puede considerar un tanto excepcional. Se ignora si estaba estipulado un importe fijo o la cuantía variaba en función de un compromiso tácito entre las productoras y el gobierno municipal.

Cartel - "El milagro del Sacristán"

 En la actualidad se cuenta con la Ordenanza fiscal reguladora de la tasa por ocupación de terrenos de uso público y utilización privativa o aprovechamiento especial de dependencias municipales, cuyo artículo 2 k) está dedicado a Rodajes cinematográficos y/o anuncios comerciales, que no supongan aspectos divulgativos o de promoción de la ciudad.

 En el caso del documento mencionado, con la cantidad entregada por la productora se contribuyó a los gastos de la construcción del polideportivo municipal.


Un pan con mucha historia


Son ya cinco generaciones las que se han dedicado a amasar en la Panadería González de Valdemoro. Se inauguró en 1852 y ahora son los tataranietos del fundador quienes continúan con el negocio familiar, el más antiguo del municipio. Esperanza González cuenta que el secreto de su éxito, y del buen pan, es contar con “ingredientes de calidad” y hornearlo “sin prisa”.



Precisamente la Panadería González es uno de los negocios protagonistas del nuevo distintivo de calidad que impulsó recientemente en Ayuntamiento de Valdemoro en reconocimiento a los comercios más tradicionales. Son cuarenta en total, pero ninguno tan antiguo como este panadería. La pastelería ‘La Manolita’ se le acerca, fundada en 1891, y hay otros ocho locales con más de medio siglo de vida.






Duque de Lerma


Francisco de Sandoval y Rojas, duque de Lerma. 
  • I Duque de Lerma 
  • V Marqués de Denia 
  • I Conde de Ampudia 
  • I Marqués de Cea 
  • Sumiller de Corps
Caballerizo Mayor (Valido del Rey de España Felipe III de Austria)

Nació en Tordesillas (Valladolid) en 1.553 y murió en Valladolid en 1.625.

Político, Noble, religioso y estadista español del s. XVII.

Era hijo del marqués de Denia y nieto de san Francisco de Borja. Protegido por su padre y por su tío, arzobispo de Sevilla, se educó en la corte de Felipe II. Gradualmente se ganó la confianza del príncipe heredero, hasta el punto de aconsejar su alejamiento de la corte nombrándole virrey de Valencia (1595-97).

Llamado de nuevo por el príncipe, que le nombró su caballerizo mayor como hombre de confianza, el acceso al Trono de Felipe III tras la muerte de su padre en 1598 le permitió hacerse con el poder en la corte. Alejó a los cortesanos más influyentes del reinado anterior y restringió en beneficio propio el acceso a la persona real (organizando continuos viajes del rey e incluso trasladando la corte a Valladolid entre 1601 y 1606). Situó a la gente de su Casa en los puestos clave del poder (oficios de Palacio, secretarías, juntas y consejos) y empleó los recursos de la Monarquía para fortalecer su propia red clientelar mediante el ejercicio del patronazgo.

Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, Duque de Lerma (Rubens)

Persiguió en todo momento establecer su autoridad personal como ministro, aparte de reponer el apellido de la familia Sandoval, con mucha más grandeza un siglo atrás. Se preocupó de rodearse de personajes importantes de la época como pintores y poetas para realzar su nombre, así como de repartir cargos y títulos entre sus familiares de manera que su renombre fuera mayor.

La llamada “privanza” consistía en delegar, por parte de los reyes, cuestiones de Estado en manos de “hombres de confianza”, llamados popularmente “validos”. Este sistema fue muy característico durante el s. XVII en España.

En cuanto a su política, fue en cierto modo criticada en la época, ya que el sistema de privanza del que hemos hablado y del cual se encargaba el Duque de Lerma no fue aceptado por todos en la Corte, llegando a afirmarse que fue el artífice del mayor desfalco de la historia de España.


Su influencia en el rey llegó a tales extremos que fue la persona que lo convenció de trasladar la Corte de Madrid a Valladolid por unos años debido a sus propios intereses. Todas las decisiones tomadas por el rey Felipe III en esos momentos contaban antes con el beneplácito de su valido, llegando a ser una de las personas más influyentes del reino.

En esos momentos su mala administración del reino empezó a ser vox populi, y en 1.618 ya contaba con pocos defensores y amigos. El gobierno estaba muy minado y desacreditado.

Lerma hubo de hacer frente a una facción rival encabezada por su propio hijo, el duque de Uceda, y auspiciada por la reina, que recibiría un inesperado refuerzo por parte de los jefes militares procedentes de Flandes que regresaban a la corte y cuestionaban la política pacifista; el rey recibía memoriales contra los abusos de su valido, mientras en la calle circulaban rumores y pasquines en el mismo sentido. Los enemigos de Lerma aprovecharon en su favor el fracaso del sistema de Juntas, los excesos de nepotismo, avaricia y corrupción cometidos en el ejercicio del patronazgo regio suplantado por el valido y los errores de éste en su relación con las Cortes castellanas.


El duque, viendo venir su destino, consiguió a través del Papa Paulo V, el nombramiento como cardenal. Esto desencadenó una coplilla muy popular que rondaba por Madrid: “Para no morir ahorcado, el mayor ladrón de España, se viste de colorado”. Se quiso abrir un proceso contra él que directamente lo hubiera llevado a la condena a muerte, sin embargo, gracias a este nuevo título se salvó de ella.

El duque, aunque caído, no fue preso, ni por su hijo Uceda ni con posterioridad por el valido de Felipe IV, el conde-duque de Olivares. En el año de 1.618 fue obligado a dejar su cargo, autorizado para vivir en Lerma, mientras seguía el expediente que pretendía la devolución a la Hacienda de la monarquía de las riquezas del patrimonio que el duque-cardenal había repartido en donaciones a sus amigos y familiares.

El decreto que se dirigió a los jueces especiales que llevaban a cabo la investigación sobre su corrupción hablaba de «cosas depravadas que el cardenal-duque de Lerma hizo despachar en su favor con ocasión de su privanza».

Fue condenado a pagar a la Real Hacienda 12.000 ducados anuales, con los atrasos de veinte años, por las riquezas que adquirió durante el período de tiempo que mandó los designios políticos de la monarquía hispánica. El anciano cardenal no pudo resistir tan duro golpe, y, como su hijo, Uceda, murió en el año 1625.

Sepulcro del duque de Lerma y su esposa Doña Catalina

 La localidad de Valdemoro jugó un papel muy importante en su vida. Llegó a sus manos debido a su venta por parte de los herederos del Marqués de Auñón, Don Melchor de Herrera. En esos momentos, Valdemoro estaba convertido en señorío jurisdiccional y se hizo con esta población debido a que era uno de los personajes más influyentes de la época.

A Francisco Gómez de Sandoval y Rojas le venía perfectamente la ubicación de Valdemoro, ya que se encontraba en una posición privilegiada en el camino que realizaba la Corte al viajar al Real Sitio de Aranjuez. De esta forma sería la población, parada obligatoria de descanso para los reyes, hecho que beneficiaba de sobremanera a Valdemoro que alojaba a los reyes y toda su comitiva.


Gracias a estos hechos, Valdemoro se encontraba bajo la protección del duque y formaba parte de su fortuna. La localidad se vio beneficiada de una gran importancia gracias a su señor, recibiendo algunas concesiones regias como por ejemplo el beneplácito para realizar una feria comercial anual que comenzó siendo de ocho días para ampliarse hasta a veinte, gracias a la gran afluencia de mercaderes a la misma. Algunos cronistas de la época llegaron a comparar esta feria con algunas tan importantes como la de Medina del Campo. Llegó a tener tanta importancia que sus celebraciones propiciaron la ampliación de la Plaza de la Constitución y también la construcción de su famosa Fuente de la Villa.


Fue en estos momentos y también gracias al duque de Lerma, cuando se fundó el Convento de la Encarnación con las franciscanas de Santa Clara, debido a la afición de Lerma por su señorío y al mismo tiempo al fervor religioso que marcaba la época. La inauguración en el año 1.616 del Convento, supuso uno de los momentos más importantes para la localidad de Valdemoro y sus habitantes. Se llenó de nobleza con sus séquitos y esto vino encaminado al aumento de las ventas de víveres, limpieza de calles y su correspondiente decoración. Días de prosperidad para Valdemoro. El convento se encuentra hoy en día en la calle que lleva el nombre del mismísimo duque de Lerma.




Música: Manuel Machado (ca. 1590- 1646) ¡Afuera, afuera que sale!

Arqueología en Valdemoro, la historia enterrada

Los restos revelan más de 4000 años de actividad en el municipio



Para realizar este viaje en el tiempo nos ayudaremos de la imprescindible aportación del arqueólogo y empresario Juan Sanguino Vázquez. Su estudio de arqueología está especializado en la realización de informes del patrimonio arqueológico para la ejecución de obras tanto públicas como privadas. Gracias a su actividad, Juan y su equipo han tenido la oportunidad de aproximarse al patrimonio arqueológico de Valdemoro, ciudad de la que, a pesar de tener un muy bajo porcentaje excavado, ya se conocen bastantes datos sobre la vida que aquí se desarrolló.

 Los yacimientos de Valdemoro se encuentran en la zona sureste del término municipal y comienzan a estudiarse con la intención de desarrollar el sector industrial perteneciente al polígono Valmor. Conscientes de la presencia de restos arqueológicos en la zona, como indicaba la cartografía, Juan Sanguino y su equipo realizaron en 2006-2007 una campaña de sondeos mecánicos en los que se detectaron tres zonas reseñables: la ermita de Santiago, la Calderona y una última próxima al campo de tiro.


Quince siglos de historia enterrada

 Por su orografía, Valdemoro se encuentra ubicado en una zona elevada respecto al yacimiento. Fruto de este desnivel, el municipio se ha caracterizado tradicionalmente por un conjunto de arroyos, en la actualidad calles, que atraviesan la localidad y confluyen en la zona baja, ocupada en su mayoría por el parque Bolitas del Airón.

 Esta llanura se encuentra divida por un conjunto de cerros que establecen dos zonas diferencias: la zona del arroyo de la Cañada y la zona de El Espartal. Ambas poseen restos abundantes de asentamientos asociados a un poblamiento prehistórico de época calcolítica. 2000 años antes de Cristo, la zona ya estaba habitada y el principal motivo era su importancia como vía de comunicación.

 El arroyo de la Cañada está asociado también como una vía de comunicación principal que ya en época de los romanos era denominada la vía veinticuatro del itinerario de Antonino. Centenares de años más tarde, la misma zona estaría ligada a la tradicional ruta real que cursaban ya en época de los Austrias para viajar desde Toledo a Madrid.

 Durante los 4000 años de vida en esta zona tan concreta de nuestro municipio se pueden identificar tres grandes épocas, en las que la actividad llegó, incluso, a ser mayor que la que hubiera en lo que hoy conocemos como núcleo urbano. Estas tres grandes épocas fueron el Calcolítico, la Época Romana y la Época Visigoda.


Época prehistórica 

La época calcolítica se remonta en torno al 2000 a. C., época en la que la cerámica posee una gran importancia. Es por todos conocidos el hallazgo del vaso campaniforme. Este periodo se caracteriza por dos estilos de vaso campaniforme: el marítimo —característico de la zona Atlántica— y el de interior de la meseta. De este último estilo es el vaso encontrado. También de este tiempo datan una necrópolis y numerosos yacimientos. En esta etapa, y hasta la llegada de los romanos, la ocupación se caracterizaba por una producción ganadera y agrícola que se nutría del arroyo.

 Durante la Edad de Bronce se continúa el hábitat y ya en la Edad de Hierro, los carpetanos —pueblos indígenas de la zona— no dejan importantes restos de actividad. Normalmente, estos pueblos se ubicaban en una zona alta, denominada ópida. Se trataba de una especie de cerro amurallado que tenía una función claramente defensiva. Por las características de la zona se cree que esta ópida fue la actual Titulcia.

Época romana

De los tres periodos establecidos quizás fue el de mayor auge de la zona. El principal motivo tiene que ver una vez más con su relevancia como zona de paso y vía de comunicación romana. Gracias a este hecho, en el área del arroyo de la Cañada se instauró un vicus romano.

 Un vicus es un conjunto agropecuario en el que viven varias familias y en torno al cual se aglutinan una serie de servicios: artesanos, ganaderos y agrícolas. Ubicado en lo que hoy conocemos como ermita de Santiago, el vicus de Valdemoro fue uno de los más importantes de la zona y mantuvo su hábitat hasta época muy tardía (siglo V o VI), ya en época visigoda. En la actualidad se trata del yacimiento más importante de esa época en la Comunidad de Madrid, debido a su excepcionalidad y estado de conservación.

 Una vez más, podemos pensar que su prolongación estuvo motivada por la importancia de nuestra vecina Titulcia, antiguo mansio. Los mansio eran áreas de servicio ubicadas a un día de viaje y donde los viajantes paraban a descansar. En torno a estas áreas se aglutinaban construcciones y viviendas de gente que vivía de atender a los viajeros.

 En este periodo se establece una economía productiva como tal en la que encontramos infraestructura asociada a la producción de vino y aceites, así como hornos para el ejercicio de la alfarería y cerámica. Es muy probable que los primeros olivares que existiesen en Valdemoro daten de este tiempo.


Época visigoda y musulmana

 Con la llegada de los visigodos a la península, la producción se continúa con menos organización. Con la caída del imperio romano la situación toma un matiz anárquico y esto se refleja en la producción cerámica; las piezas dejan de tener un patrón único y nos encontramos con restos cerámicos que denotan una producción artesanal descentralizada y de menor calidad.

 Con la llegada de los musulmanes, los hispanos-romanos que hasta entonces convivían con los visigodos abandonan la zona hacia el norte en busca de refugio en los castillos cristianos. Una vez finalizada la Reconquista y asentadas las fronteras, los reinos cristianos realizan una repoblación de las zonas.


Punto de encuentro entre pasado y futuro

 Una de las preguntas que asaltan a cualquier valdemoreño interesado en este tema es cuál va a ser el futuro de este conjunto de yacimientos. Como ya adelantábamos al comienzo del reportaje, la zona es objeto de una ampliación urbanística del polígono industrial Valmor. Es aquí donde surge una paradójica relación entre urbanismo y conservación.

 El urbanismo puede ser un factor que ponga en riesgo la integridad de los restos; la escueta información que se tiene sobre el terreno hace pensar que una parte de los restos arqueológicos del municipio ha desaparecido fruto de la actividad urbanística y de su proximidad con el núcleo urbano que hoy conocemos. Por el contrario, debemos reconocer que toda la información que tenemos acerca de estos yacimientos proviene de la excavación y estudio privados, que tienen como objetivo la valoración de la zona para una posterior construcción.

 Hasta el momento tan solo manejamos los datos que nos ha arrojado la excavación de entre un 5 % y 10 % de la superficie total, en cuanto al yacimiento de la ermita de Santiago se refiere. Una tasa tan baja de excavación nos hace pensar que aún queda mucho por descubrir de esta zona y que esa labor será tarea de futuros arqueólogos. Mientras que ese día llega, la ciudadanía, y en concreto las instituciones políticas y administrativas, deben ser los órganos que garanticen la integridad de los yacimientos y la conservación del paisaje con el fin de armonizar la actividad de nuestros días con el entorno en el que se han desarrollado más de catorce siglos de historia continuada.





Fuente:larevistadevaldemoro.com