Yacimiento “El Colegio”. Cambios materiales y estabilidad socioeconómica a mediados del Primer milenio a. C.


El yacimiento “El Colegio” se encuentra situado en el interior del casco urbano de Valdemoro, en un pequeño promontorio que domina el cauce del antiguo arroyo de La Villa, hoy canalizado y urbanizado y tributario del arroyo de La Cañada, situado más al norte. La superficie del promontorio se encuentra muy afectada por urbanizaciones anteriores, entre ellas el colegio público que da nombre al yacimiento, y las sucesivas intervenciones realizadas se han centrado por tanto en las zonas que quedaban libres, situadas sobre todo al sur y al este del colegio y enmarcadas dentro del proyecto de urbanización del PERI 4 “Fuente la Teja”. El yacimiento se encuentra muy cercano a la Zona Arqueológica de “El Espartal”, también localizada en el término de Valdemoro, y al yacimiento de la Primera Edad del Hierro de “El Caracol” y situado en la margen derecha del citado arroyo.

Los antecedentes de la intervención arqueológica se remontan a 2001, cuando tras una prospección superficial se realizaron 63 sondeos mecánicos de los que resultaron positivos los localizados al oeste y sur del colegio y que descubrieron estructuras tipo “silo” y “fondo de cabaña”, lo que motivó una fase de desbroce previa a la excavación. En julio de 2002 comenzó la excavación de los restos localizados, por la empresa Arqueomedia S. L. datándose las estructuras en los horizontes Campaniforme y Cogotas I, y llamándose la atención sobre la abundancia de materiales de la Primera y Segunda Edad del Hierro en la zona.

En esta fase de excavación quedaron por documentar unos 1.500 m2 que motivaron una segunda actuación arqueológica y que localizó, varias cabañas de la Primera Edad del Hierro y estructuras de habitación realizadas con zócalos de piedra recrecidos de adobe adscritas a la Segunda Edad del Hierro y a época tardorromana. Los resultados provocaron la progresiva ampliación del área desbrozada hasta alcanzar un área total de unos 8.500 m2 dividida en tres sectores (este, sur y oeste), y sacaron a la luz una ocupación mucho más intensa y continuada en el tiempo de lo que inicialmente se había sospechado.

La conjunción de los datos de las dos actuaciones sobre el yacimiento permitió comprobar la enorme riqueza arqueológica del mismo, tanto por la variedad de las estructuras de habitación localizadas como por la riqueza de los materiales recuperados. Se definían al menos cinco períodos de ocupación: Calcolítico, Bronce Final, Primera y Segunda Edad del Hierro y Tardorromano, algunos de ellos con más de una fase por período. Esta superposición otorga un carácter verdaderamente excepcional a “El Colegio”, especialmente en las fases protohistóricas que, en nuestra opinión, permiten reconstruir en gran medida los procesos de desarrollo histórico en esta zona.

Las estructuras identificadas como pertenecientes al Bronce Final se han documentado en los tres sectores donde se ha intervenido, aunque aparecen mejor definidas en la zona sur, donde el área excavada ha sido mayor. Se trata de estructuras de forma circular excavadas en el subsuelo, con agujeros de menor diámetro alrededor y formando agrupaciones de tendencia circular en torno a un hogar. En tres de estas estructuras tipo silo se documentaron restos humanos. Las estructuras de época tardorromana consistían en varias estancias bastante deterioradas localizadas exclusivamente en el sector meridional de la excavación.

Metodología de la excavación y característica del yacimiento

El yacimiento presenta tres características que condicionan tanto la metodología empleada para su excavación como las interpretaciones que de ella se derivan. La primera de ellas es la superposición de diferentes momentos históricos en un espacio muy pequeño, especialmente en el caso de la zona este donde en apenas 1500 m2 se concentran al menos tres horizontes culturales diferentes con gran número de estructuras, como puede apreciarse en la figura siguiente.

Planta general del área este. Sombreadas en negro, estructuras adscritas a la Primera Edad del Hierro.

Es necesario valorar las características de la excavación, relacionadas directamente con el proyecto de urbanización dentro del cual se realizó la intervención arqueológica. Al tratarse de una excavación en el casco urbano la zona de estudio estaba muy limitada por las edificaciones y calles cercanas, por lo que la ampliación del área excavada resultaba imposible. Pese a estos condicionantes, la visibilidad de las estructuras es bastante buena.

La Primera Edad del Hierro


Es sin duda, una de las fases más interesantes del yacimiento, tanto por las características de sus estructuras como por los materiales que aparecen asociados a ellas y, especialmente, porque muestra dos etapas claramente diferenciadas.

La primera de ellas se aleja bastante de las características aceptadas comúnmente para las estructuras de habitación de este periodo, mientras que la segunda parece evidenciar una transición de los modelos constructivos propios de la Primera Edad del Hierro y el tipo de construcciones propias de la Segunda Edad del Hierro.

Esta segunda fase es similar en sus características a la localizada en el cercano yacimiento de “El Caracol” y, quizás, al yacimiento de La Capellana en Pinto. En ninguno de los dos yacimientos citados se ha documentado sin embargo las diferentes fases de la transición, de ahí la importancia de los resultados de “El Colegio” para determinar el proceso de evolución arquitectónico seguido por los grupos de la zona en torno a la mitad del primer milenio a.C.

La Fase 1 de la Primera Edad del Hierro. 
Estructuralmente, aparece muy bien definida por gran número de agujeros de poste que delimitan perfectamente formas interpretadas como fondos de cabaña.
Si la asociación de varias cabañas en una única estructura es novedosa en el contexto de la Primera Edad del Hierro, aún lo es más el tamaño de las mismas: la primera mide 10,6 metros de largo y unos 4,5 metros de ancho como media, ocupando un área total de aproximadamente 43,5 m2 y la menor, unos 8 metros de largo por 5 de ancho en el centro, para un área de unos 34,5 m2.

Las dimensiones de estas cabañas superan ampliamente las de las estructuras de habitación que han venido asociándose a este periodo cultural.

 Vista de las cabañas asociadas de la Primera Edad del Hierro.

Cabaña exenta de la primera Edad del Hierro.

Es poco lo que puede deducirse respecto a la distribución del espacio interior a partir de los escasos restos conservados en el interior de las cabañas. Sin embargo, parece indicativa la presencia de tres hogares en el suelo de la cabaña oeste alineados cerca de la pared occidental de la misma.

Llama la atención una inversión de esfuerzo en la construcción de los lugares de habitación mucho mayor de lo que se había documentado hasta ahora en las cabañas conocidas para este periodo. Esta mayor inversión de esfuerzo estaría relacionada con la progresiva sedentarización de los grupos de la Primera Edad del Hierro, que culminará con los poblados construidos con materiales más duraderos en torno al siglo V a.C.

En cuanto a los materiales recuperados, muestran en general una gran similitud con el registro arqueológico establecido para la Primera Edad del Hierro en la región madrileña: cerámicas finas bruñidas negras o castañas con decoración de reticulados, o cepillados. Los materiales muestran un horizonte perteneciente al momento pleno de la Primera Edad del Hierro, proponiéndose una cronología en torno a la primera mitad del siglo VII y el siglo VI a. C.

Cerámicas carenadas, 5 urna con orejetas.

Cerámicas a mano: decoraciones.

La Segunda Fase de la Primera Edad del Hierro
Los materiales asociados a esta estructura marcan una diferencia clave con los localizados en las estructuras ante­riores, ya que junto a la presencia abrumadoramente mayoritaria de cerámicas a mano similares a las documentadas en la fase anterior se documentan algunos fragmentos de cerámicas a torno del tipo comúnmente conocido como "ibérico".

Este tipo de estructuras (zócalos endebles de piedras con recrecidos de adobes) asociados a una cultura mate­rial que en líneas generales corresponde a la Primera Edad del Hierro pero que incorpora cerámicas a torno de tipo ibé­rico parece corresponder a un momento de transición entre los dos períodos en que se divide la Edad del Hierro, y a un proceso clave en la interpretación de la evolución de estas sociedades que tradicionalmente se ha denominado "iberización".

La Segunda Edad del Hierro
Esta fase aparece documentada en dos de los sectores de excavación, rompiendo la concentración de estruc­turas de la Primera Edad del Hierro localizadas únicamen­te en el sector este. Los restos más importantes consisten en dos habitaciones (una de ellas no conserva el cierre) de planta rectangular compuestas por zócalos realizados por piedras calizas de grandes dimensiones (40-50 cm de ancho) con un alzado de unos 50 cm. Sobre él descansaría un para­mento de adobes cocidos cuyo derrumbe ha sido localiza­do tanto en el interior como en los alrededores. Todas las habitaciones poseen un suelo de ocupación realizado con tierra apisonada y en una de ellas se ha documentado un hogar asentado sobre un prepara­do de cerámicas fragmentadas.

Los materiales no son muy abundantes, consistentes sobre todo en cerámicas finas de tradición ibérica con las decoraciones típicas de este perí­odo (bandas y círculos y semicírculos con pintura roja o color vino), dos contenedores de tamaño mediano y gran parte de una vasija de almacenaje de grandes dimensio­nes.

Vista general de los edificios del área este. Al fondo, restos de la segunda fase de la EHI.

Sobre esta fase de la Segunda Edad del Hierro se han detectado evidencias de una segunda ocupación de las habitaciones, o al menos, de remodelaciones en la organi­zación del espacio. La principal se concretaría en la cons­trucción de un pequeño horno del que se conserva la placa interior y la planta, incluida la boca de alimentación.

Análisis y conclusiones

“El Colegio” es la de un asentamiento de pequeña entidad, probablemente de rango familiar, propio de una ocupación dispersa del territorio. Cierto que las características de la excavación dejan gran parte del área circundante sin estudiar, pero es indudable que las cabañas de la Primera Edad del Hierro aparecen agrupadas en el sector este de la excavación, y en el conjunto de los 8.500 m2 abiertos no se ha documentado ninguna otra estructura de este periodo. La segunda fase de la Primera Edad del Hierro parece continuar esta tendencia pese a la escasez de los restos documentados.

Finalmente, también las estructuras de la Segunda Edad del Hierro muestran un horizonte similar, aunque se amplíe la zona de poblamiento al aparecer restos en el área meridional.

Parece por tanto que el patrón de asentamiento se mantiene a lo largo de sus tres fases protohistóricas.

La consolidación de los asentamientos en torno a los siglos V –IV a. C. dará lugar – como sucede generalmente en los procesos de sedentarización – a un progresivo crecimiento demográfico que conlleva necesariamente una mayor relación entre grupos y, poco a poco, un aumento de la complejidad socioeconómica – incluida la aparición de conflictos en un territorio cada vez más controlado y ocupado.

Este proceso de cambio hacia formas políticas y sociales más complejas debió ser acelerado por la situación creada en la Península a partir del siglo III a. C., como muestra la aparición de asentamientos tipo “castro” como Santorcaz o El Cerro de la Dehesa de la Oliva.

Es coherente además con las dificultades que existen para localizar las necrópolis carpetanas – que en este modelo serían por necesidad muy pequeñas – o, en un contexto más social y étnico, con las eternas dificultades para caracterizar “la etnia carpetana”.

Si admitimos que la complejidad socioeconómica está relacionada de forma directa con la complejidad política, la organización de los habitantes de la región madrileña debió ser bastante laxa, en un mundo en que paradójicamente, la excepcionalidad actual de “El Colegio” probablemente fue la norma.



Música: "From Past to Present" · Jeremy Soule

Fuente: “El Colegio” (Valdemoro): cambios materiales y estabilidad socioeconómica a mediados del Primer milenio a. C.
Por: Juan Sanguino Vázquez, Pilar Oñate Baztán, Eduardo Penedo Cobo, Jorge de Torres Rodríguez