Producción agropecuaria, agricultura, industria y comercios en el siglo XVIII.


En el siglo XVIII no destacó la Villa de Valdemoro por su producción agropecuara, no existiendo además, ni casas de campo ni alquerías. 

Respecto a la agricultura, a mediados del siglo XVIII contaba con tierras de secano (cebada y trigo). Viñas y olivo, plantados hacia 1785 entre 8 y 10.000 pies de olivar, 500 frutales y 30 álamos negros de propios de la villa.

La ganadería era escasa, pues no llegaba ganado de esquileo, destacando las 3.200 cabezas de ganado lanar de los padres de San Jerónimo y Compañía de Jesús, así como 380 de ganado caballar y mular.

Respecto a la industria existía en este momento un batán de agua sin uso y otro de viento arruinado, un molino de aceite del convento de las Clarisas, un pozo de nieve de la parroquial (con vivienda) y otro destruido; más adelante la situación mejoró gracias a la fábrica de paños finos -a comienzos de su existencia se le comparó con las de Segovia, Guadalajara y Béjar- a la que hay que añadir en 1785 diversas canteras de yeso negro y blanco para exportación y una fábrica de yeso mate (en esta fecha, sin embargo, sólo se mantienen algunas hilanderas de la fábrica textil).

Disponía la villa en 1751 de un prado concejil, dos casas, carnicería, abacería, casa bodegón, 53 claros en la plaza para arrendarse en tiempo de feria, una barca sobre el río Jarama entre Ciempozuelos y Bayona.

No había tabernas públicas del Concejo, pero sí de propiedad privada (4 mesones), 22 panaderías y una tahona; mantenía la feria anual de 20 días y el privilegio de mercado todos los domingos del año, aunque las propiedades y tributos no eran suficientes para el mantenimiento del camino de Aranjuez y la composición de las fuentes del común, entre otras necesidades. 

En esta fecha, asimismo, se sufragaban dos hospitales, uno para enfermos pobres con cuatro camas, con dos hermanos, llamado de la Concepción, y otro, el de San Andrés, para recoger viudas y ancianas, sin camas- además de una preceptoría de gramática y una escuela de primeras letras, fundadas por el conde de Lerena.


El desarrollo urbano de la villa se muestra en el variado comercio, alguno suntuario -seis tiendas de mercería, un confitero, un estanquero, 22 panaderías, 4 mesoneros, tres pasteleros, un bodegonero y dos carniceros- así como en las profesiones que sustenta, que cubren tanto los servicios de una gran villa como los artesanales y los eclesiásticos, todos ampliamente representados -dos abogados, un administrador de las Reales Salinas de Espartínas (situadas en Cíempozuelos), dos escríbanos, un médico, dos cirujanos, un sangrador, un boticario, dos sacristanes, un maestro de primeras letras, un agrimensor, tres arrieros, 12 fabricantes de yeso, dos hortelanos, tres aguadores, un calesero, 15 trajíneros, 8 albañiles, 7 albéitares, 8 herreros, un espartero, tres cuchilleros, 21 zapateros, 4 sastres,
4 carreteros, carpinteros, un calderero, un cedacero, un curtidor, un polvorista, un jalmero, 8 molederas de chocolate, dos esquiladores, 9 cardadores para la Real Fábrica de San Fernando, un cerero y 63 eclesiásticos, incluyendo los religiosos carmelitas y franciscanas-. 


Es interesante la importancia que cobran los oficios relacionados con la propia carretera -arrieros, caleseros, trajineros, carreteros, herreros- mientras que los dedicados a la actividad agropecuaria son mínimos -hortelanos, herreros, albéitares, esquiladores-; es destacable el número de albañiles -ocho- y la existencia de carpinteros, que indica un cierto desarrollo del oficio frente a la autoconstrucción generalizada en el mundo rural.