A finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, Valdemoro, con unos 3000 habitantes, gozaba de una animada vida cultural. En verano, la población aumentaba notablemente gracias a la llegada de una colonia veraniega anual que estaba compuesta por miembros de la burguesía y la aristocracia madrileñas.
El 11 de noviembre de 1914, el periódico La Región publicaba un artículo en el que decía:
«Valdemoro, por su proximidad a la capital de España, por los Colegios de la Guardia Civil… porque fue y es albergador de hombres ilustres, por el nombre y los títulos de sus primeros contribuyentes, tanto en lo territorial como en lo urbano, por las personalidades que le visitan constantemente, no es un poblacho. Es un pueblo muy importante, digno de cabeza de más relieve, de más ilustración y mayor posición social.»
Entre 1875 y 1925 coincidieron en Valdemoro un notable grupo de personajes, de todos ellos los que mayor impronta debieron dejar en los círculos culturales del municipio, tanto por su dilatada permanencia, como por sus relaciones sociales fueron los Larra.
Dos de sus descendientes, Jesús Miranda de Larra y Onís y Paloma Barrios Gullón, pusieron a disposición de investigadores y estudiosos en general una selección documental de sus archivos personales a través de la red y gracias a la consulta de este fondo y al conservado en la Biblioteca Nacional se pudo conocer el estrecho vínculo de los Larra con Valdemoro.
A partir de ese momento una profunda labor de investigación en la hemeroteca digital de la Biblioteca Nacional, en el Archivo Municipal, en el Registro de la Propiedad y en el Archivo Histórico de Protocolos de Madrid llevó a recopilar numerosa información.
Los Larra en un estudio fotográfico - finales del siglo XIX
De izquierda a derecha: Luis Mariano de Larra, Luis de Larra, el fotógrafo y Mariano de Larra.
El vínculo de los descendientes de Fígaro con Valdemoro se remonta a 1865 cuando su primogénito, Luis Mariano, aparece en la documentación municipal como propietario de una casa en la calle de la Salud, circunstancia que le llevó a dirigirse al Ayuntamiento para solicitar la construcción de una acometida de alcantarillado al colector general.
"Se dio cuenta de una exposición hecha con fecha primero de junio pasado presentada por D. Luis Mariano de Larra, vecino de Madrid, dueño de la casa calle de la Salud número primero para que se le permita hacer una alcantarilla para dar salida a las aguas tanto llovidas como de riego para introducirlas en la general de la calle Grande y el Ayuntamient acordó concederle el permiso en las condiciones de ser de su cuenta la construcción, teniendo tres cuartas de alto y media vara de ancho, dejando libre la calle...”.
(ARCHIVO MUNICIPAL DE VALDEMORO).
Poco después, a fin de mejorar la disposición de la finca volvió a dirigirse al Consistorio para que le vendiera una parcela de terreno sobrante y alinear la propiedad. Son varios los documentos de estas características que entre 1865 y 1867 muestran una presencia en el pueblo de manera más o menos continuada.
Luis Mariano de Larra en su despacho
Luis Mariano de Larra y Wetoret escribía así en una carta a un amigo, cuando decidió venir a vivir a Valdemoro:
«Hastiado de la corte política y literaria de España hace mucho tiempo, decidí levantar mi casa y venir a sentar mis reales y a emplearlos en este rincón pacífico que no envidia por la paz y el silencio a los profundos desiertos del África. Con todo el capital que en 17 años de trabajo incesante logré reunir, lo he empleado en la para mí deliciosa posesión que he construido y la única renta que me proporciona es la tranquilidad con que vivo, la libertad con que trabajo, la quietud egoísta en que vegeto y la salud y alegría de mis hijos.»
A partir de entonces los Larra se convirtieron en visitantes asiduos y, con el devenir del tiempo, llegarían a pasar largas temporadas y estrecharían el contacto con la cultura local, como lo demuestra la donación de un buen número de obras a la Biblioteca Popular, dirigida por Matías Bravo de la Zarza, entre 1870 y 1873.
Pero pronto la familia se trasladó a otro lugar alejado del centro, casi a las afueras del caserío, quizá porque en 1876 los suegros de Luis Mariano, Rafael Ossorio Martinengo y María Romero Ortiz, decidieron adquirir una finca en la calle de las Monjas con el importe de una herencia recibida por la esposa. La vivienda, situada en uno de los lugares más atractivos del casco urbano, entre la iglesia parroquial y el convento de franciscanas fundado por el duque de Lerma, estaba “compuesta de planta baja y principal, distribuida en varias habitaciones con pozo, cueva, patio, leñera y otras dependencias, ocupando una superficie de once mil trescientos veinte pies superficiales”. Fue valorada en 45.000 reales, según aparece especificado en el Registro de la Propiedad de Valdemoro. El inmueble, que con el tiempo llegaría a tener el sobrenombre de “la casa Larra”, se convirtió en un referente familiar para la familia Larra-Ossorio.
A principios de siglo Luis Mariano compró la vivienda colindante, seguramente para acoger con más comodidad a los nuevos miembros que se iban incorporando, vástagos de sus hijos María y Luis, o para recibir a sus innumerables visitantes, no sólo los que también pasaban el verano en la villa, sino los que llegaban esporádicamente desde Madrid.
Probablemente, uno de los que con mayor frecuencia asistiera a la residencia de la calle de las Monjas fuera el compositor Manuel Fernández Caballero, colaborador de Luis Mariano en algunas de sus obras "José María" (1851) y "El atrevido en la corte" (1872), pero sobre todo su hijo, Manuel Fernández de la Puente, coautor de muchos de los libretos de Luis, también autor teatral y cuyos lazos de amistad llegaron a ser tan grandes que De la Puente fue el padrino de su nieta Felisa. Otro incondicional, Luis Cortés Suaña, taquígrafo y director del Diario de Sesiones del Senado, además de adaptador de obras de la dramaturgia francesa, debió acudir también asiduamente y tal vez participara con frecuencia en sus veladas teatrales y literarias; las relaciones entre ambas familias llegaron a ser tan fuertes que acabaron en parentesco, cuando su hijo Ricardo se convirtió en el segundo esposo de María, la única hija de Luis Mariano.
En 1918, años después de la muerte de Luis Mariano, Cristina, su viuda, decidió vender la mitad de la casa, justo aquélla que heredara de su madre, María Romero, para conservar la parte que adquiriera con Larra a principios de siglo. La segunda generación de descendientes de Fígaro, siguió frecuentando el municipio, que era elegido como lugar preferido de descanso por sus hijos Mariano y Luis; al primero le sorprendió la muerte en Valdemoro en 1926. Pero el lazo se mantuvo más allá de nuestro ámbito cronológico y, pese a que la familia debió vender la antigua residencia de veraneo quizá con motivo de los desastres de la Guerra Civil, los nietos, bisnietos y tataranietos de Luis Mariano y Cristina no quisieron perder el contacto con la localidad. Precisamente, el hijo de Luis, Carlos de Larra Gullón, afamado crítico taurino bajo el seudónimo de Curro Meloja, se casó con una valdemoreña y fue nombrado hijo adoptivo de Valdemoro, según acuerdo plenario del 30 de abril de 1955.
Luis Mariano de Larra y Wetoret
En 1918, años después de la muerte de Luis Mariano, Cristina, su viuda, decidió vender la mitad de la casa, justo aquélla que heredara de su madre, María Romero, para conservar la parte que adquiriera con Larra a principios de siglo. La segunda generación de descendientes de Fígaro, siguió frecuentando el municipio, que era elegido como lugar preferido de descanso por sus hijos Mariano y Luis; al primero le sorprendió la muerte en Valdemoro en 1926. Pero el lazo se mantuvo más allá de nuestro ámbito cronológico y, pese a que la familia debió vender la antigua residencia de veraneo quizá con motivo de los desastres de la Guerra Civil, los nietos, bisnietos y tataranietos de Luis Mariano y Cristina no quisieron perder el contacto con la localidad. Precisamente, el hijo de Luis, Carlos de Larra Gullón, afamado crítico taurino bajo el seudónimo de Curro Meloja, se casó con una valdemoreña y fue nombrado hijo adoptivo de Valdemoro, según acuerdo plenario del 30 de abril de 1955.
Luis Mariano de Larra y Wetoret
Hijo de Mariano José de Larra y Sánchez de Castro y su esposa, Josefina Wetoret Martínez, nació en Madrid el 17 de diciembre de 1830 y fue bautizado en la iglesia de San Sebastián de la calle Atocha el día 26. Fue un niño inteligente que vivió con el padre y los abuelos paternos más que con la madre. Larra no le vio cumplir los 7 años. Asistió al Real Colegio de Escuelas Pías de San Antonio Abad, como en su día lo hizo el padre, y fue un autor dramático y de libretos de zarzuela renombrado, muestra de ello su obra más conocida, "El barberillo de Lavapiés".
En 1856 se casó con la actriz Cristina Ossorio Romero, hija y hermana de actores. Su boda fue objeto de interés para las crónicas sociales. Los hermanos Ossorio, Fernando y Manuel, fueron acreditados intérpretes del mundo escénico. El primero también publicó algunas obras, entre ellas la compuesta con Ricardo Puente y Brañas titulada Entre Pinto y Valdemoro o La doble vista (1860), estrenada en el teatro de la Zarzuela de Madrid. Del matrimonio Larra-Ossorio nacieron tres hijos: Mariano (1858), María (1859) y Luis (1863).
Antes de su matrimonio, Luis Mariano ya había empezado a trabajar con la pluma como oficial de La Gaceta de Madrid (1847) y en 1856 ocupaba el cargo de redactor jefe. Colaboró en los periódicos Las Novedades, La Iberia, La Patria, La Época, El Teatro, El Semanario Pintoresco, La Ilustración Española y Americana y otros muchos. Pero el reconocimiento le llegó a través de las más de un centenar de obras dramáticas escritas desde muy temprana edad (en 1851, con tan sólo veinte años, puso en escena en el teatro del Circo de Madrid, "Un embuste y una boda", ópera bufa en dos actos), muchas de ellas libretos de zarzuelas editadas con la participación de compositores de la talla de Barbieri, Gaztambide, Fernández Caballero y Arriola y programadas en las mejores salas de España con gran éxito de público y crítica. Sería muy prolijo para estas líneas relacionar las innumerables publicaciones que llevaron su firma, pero no se puede dejar de recordar las más conocidas, desde las obras más juveniles como La Virgen de Murillo (1854) o La oración de la tarde (1858), hasta las escritas en plena madurez, como las zarzuelas El barberillo de Lavapiés (1874), Chorizos y Polacos (1876) o Las campanas de Carrión (1888), pasando por las novelas publicadas en la última etapa de su vida: La última sonrisa (1891) o Si yo fuera rico (1896).
Su trayectoria también recibió una recompensa institucional; el 14 de diciembre de 1872 le fue otorgada la Gran Cruz de la Real Orden de Isabel la Católica. Pero la prensa se hizo eco en el momento de su muerte del olvido en que había sucumbido: “Madrid pierde con D. Luis Mariano de Larra uno de sus hijos más populares en la escena dramática durante la segunda mitad del pasado siglo XIX, a cuya generación de hombres ilustres tan mal está tratando en sus principios el siglo XX” (22 de febrero de 1901, El Liberal) . Luis Mariano murió de una angina de pecho en su casa de la calle Atocha, 122 de Madrid, el 20 de febrero de 1901.
Luis de Larra y Ossorio
Luis de Larra y Ossorio
El tercer hijo de Luis Mariano y Cristina nació en Madrid el 31 de mayo de 1863 y después de obtener el grado de bachiller y aprobar varios cursos de Medicina decidió dedicarse a la literatura, siguiendo la estela familiar. Sin embargo, quizá para asegurarse un futuro económico que la afición literaria presumía incierto, comenzó a trabajar en el ministerio de Hacienda donde desempeñó diferentes
puestos de responsabilidad que le llevaron a viajar por varias capitales europeas en comisión de servicios (1886) y a la isla de Cuba (1897); allí le sorprendió el desastre del 98 y debió ingresar en el cuarto batallón de voluntarios de La Habana.
A su regreso a España se dedicó por completo al mundo teatral, en 1900 ocupaba el cargo de director artístico del teatro Cómico de Madrid y al año siguiente era nombrado vocal de la Junta directiva de la Asociación de Actores, Compositores y Propietarios. Escribió casi un centenar de obras, desde que triunfara en el teatro Eslava con uno de sus primeros títulos, Salirse con la suya (1882), hasta pocos días antes de su muerte en 1914 cuando se puso en escena La catedral , escrita conjuntamente con su inseparable amigo Manuel Fernández de la Puente, como tantas otras que firmaron entre los dos. De Herodes a Pilatos o El rigor de las desdichas, Los dineros del sacristán, El fantasma de fuego, Hace falta un caballero… fueron aplaudidas por un público entregado cada vez que se ponían en escena, a tenor de los columnistas de los diarios más prestigiosos.
Se casó con Felisa Gullón Fernández de Terán y tuvieron tres hijos, Carlos, conocido con el seudónimo de Curro Meloja, que continuó la tradición familiar y fue un reconocido periodista y crítico taurino y Pilar y Cristina, aficionadas a la farándula, como buenas herederas de los Ossorio y los Larra, participantes asiduas en las veladas teatrales y literarias organizadas en el municipio.
Luis de Larra y Osorio
con el maestro Manuel Fernández Caballero
Ese tipo de vida no fue obstáculo para que los intermedios entre una gira y otra y los momentos de descanso los quisiera disfrutar con sus parientes y amigos en la posesión familiar de Valdemoro. Aquí eligió retirarse una temporada para recuperarse de la enfermedad que le tenía postrado desde hacía tiempo, la tuberculosis, que le había obligado a distanciarse paulatinamente de la vida literaria. Ante la gravedad de su dolencia y desahuciado por los médicos pensó que quizá la vida tranquila y los aires sanos campestres podrían devolver a su cuerpo las fuerzas perdidas, y así, con el fin de conseguir tan ansiado objetivo, se trasladó a la casa de Valdemoro. Pero por desgracia no encontró mejoría y volvió a la capital para intentar recuperarse. Murió en Madrid el 19 de mayo de 1914 y la noticia de su fallecimiento causó tan hondo pesar en los medios periodísticos y literarios que ocupó varias columnas en los principales diarios del país.
Mariano de Larra y Ossorio
Nació en Madrid el 15 de agosto de 1858 y su infancia transcurrió entre literatura, artistas eminentes y todo cuanto con el teatro se relacionaba. Después de cursar el bachillerato en las Escuelas Pías de San Antón estudió tres cursos de Arquitectura, fue alumno de la Academia de Caballería, pero abandonó la carrera militar para ingresar en la redacción de La Época. Siguiendo la tradición literaria familiar estrenó en Madrid varias obras teatrales, algunas de ellas representadas por él mismo. Más tarde, se lanzó de lleno a la profesión de actor, debutando en el teatro de la Comedia el 25 de septiembre de 1883. A partir de entonces empezó su verdadera carrera profesional, figurando en las principales compañías y actuando como primera figura y director en los teatros de Recoletos, Maravillas y Príncipe Alfonso. Después de recorrer las ciudades españolas más importantes, entre abril y septiembre de 1893 cruzó el océano con una gira que le llevaría a actuar en las salas más afamadas de Montevideo, Buenos Aires y Rosario de Santa Fe.
Fotografía de Mariano de Larra caracterizado como actor - Museo Nacional
Volvió a España en donde permaneció cosechando éxitos hasta 1902, fecha en la que retornó a América. Cuando sus compañeros dejaron La Habana (1903) él permaneció en la capital caribeña donde recibió el encargo de reorganizar y dirigir el prestigioso teatro Albisú. Allí llegó a ser considerado el mejor director y el actor más querido y popular de cuantos habían pisado el suelo cubano desde las épocas de José Valero y Ricardo Zamacois, hasta el punto de ser nombrado profesor de declamación del Conservatorio Nacional habanero (1903). Pero el clima tropical hizo estragos en una persona de salud delicada y debió regresar a la patria en 1904.
En la Biblioteca Nacional de Madrid se conserva un documento curioso, se trata de una autobiografía escrita por Mariano de Larra y Ossorio, primogénito de Luis Mariano y Cristina; en realidad más bien resulta ser una necrológica porque, según sus propias palabras:
“Ante la posibilidad de que al ocurrir mi fallecimiento los principales diarios de Madrid y quizá alguno de provincias deseen dedicar unas líneas a mi memoria, he recopilado los principales pormenores de mi vida pública formando esta especie de autobiografía, para que la prensa, utilice de ella, lo que crea digno de publicarse…”.
Con cierta sorna añadía: “De ilustre abolengo literario y artístico procedía el célebre actor recientemente fallecido cuyas dotes, premiadas con general aplauso durante cerca de cuarenta años, son desconocidas por la presente generación…”.
El testimonio, sin fecha, debió redactarlo muy poco antes de morir (1926), quizá sospechando su inminente fin. Su vida profesional agitada, constantemente viajando de un lado para otro, no le impidió que pasara temporadas de descanso en su residencia familiar de Valdemoro, donde murió, según dejó escrito el reportero de ABC: “En su casa de Valdemoro, donde, hace algún tiempo vivía, retirado de la escena, ha fallecido, víctima de cruel dolencia, el notabilísimo actor D. Mariano de Larra y Ossorio, cuyas dotes artísticas, premiadas con general aplauso durante cerca de cuarenta años, son desconocidas por la presente generación” (9 de octubre de 1926).
Con cierta sorna añadía: “De ilustre abolengo literario y artístico procedía el célebre actor recientemente fallecido cuyas dotes, premiadas con general aplauso durante cerca de cuarenta años, son desconocidas por la presente generación…”.
El testimonio, sin fecha, debió redactarlo muy poco antes de morir (1926), quizá sospechando su inminente fin. Su vida profesional agitada, constantemente viajando de un lado para otro, no le impidió que pasara temporadas de descanso en su residencia familiar de Valdemoro, donde murió, según dejó escrito el reportero de ABC: “En su casa de Valdemoro, donde, hace algún tiempo vivía, retirado de la escena, ha fallecido, víctima de cruel dolencia, el notabilísimo actor D. Mariano de Larra y Ossorio, cuyas dotes artísticas, premiadas con general aplauso durante cerca de cuarenta años, son desconocidas por la presente generación” (9 de octubre de 1926).
"Escribir es llorar, es buscar voz sin encontrarla…”
Mariano José de Larra
Mariano José de Larra
Fuente principal:
Los Larra y su tiempo - Ayuntamiento de Valdemoro (2010)
Textos y documentación: María Jesús López Portero
Archivo Municipal
Registro de la Propiedad de Valdemoro
Paloma Barrios Gullón, tataranieta de Luis Mariano de Larra
Biblioteca Nacional
Museo Nacional del Teatro
Universidad de Valencia
Archivo Municipal
Registro de la Propiedad de Valdemoro
Paloma Barrios Gullón, tataranieta de Luis Mariano de Larra
Biblioteca Nacional
Museo Nacional del Teatro
Universidad de Valencia
Música: Ruperto Chapí: Preludio de "Música clásica" (1880)
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