Los yacimientos de Valdemoro se encuentran en la zona sureste del término municipal y comienzan a estudiarse con la intención de desarrollar el sector industrial perteneciente al polígono Valmor. Conscientes de la presencia de restos arqueológicos en la zona, como indicaba la cartografía, Juan Sanguino y su equipo realizaron en 2006-2007 una campaña de sondeos mecánicos en los que se detectaron tres zonas reseñables: la ermita de Santiago, la Calderona y una última próxima al campo de tiro.
Por su orografía, Valdemoro se encuentra ubicado en una zona elevada respecto al yacimiento. Fruto de este desnivel, el municipio se ha caracterizado tradicionalmente por un conjunto de arroyos, en la actualidad calles, que atraviesan la localidad y confluyen en la zona baja, ocupada en su mayoría por el parque Bolitas del Airón.
Esta llanura se encuentra divida por un conjunto de cerros que establecen dos zonas diferencias: la zona del arroyo de la Cañada y la zona de El Espartal. Ambas poseen restos abundantes de asentamientos asociados a un poblamiento prehistórico de época calcolítica. 2000 años antes de Cristo, la zona ya estaba habitada y el principal motivo era su importancia como vía de comunicación.
El arroyo de la Cañada está asociado también como una vía de comunicación principal que ya en época de los romanos era denominada la vía veinticuatro del itinerario de Antonino. Centenares de años más tarde, la misma zona estaría ligada a la tradicional ruta real que cursaban ya en época de los Austrias para viajar desde Toledo a Madrid.
Durante los 4000 años de vida en esta zona tan concreta de nuestro municipio se pueden identificar tres grandes épocas, en las que la actividad llegó, incluso, a ser mayor que la que hubiera en lo que hoy conocemos como núcleo urbano. Estas tres grandes épocas fueron el Calcolítico, la Época Romana y la Época Visigoda.
La época calcolítica se remonta en torno al 2000 a. C., época en la que la cerámica posee una gran importancia. Es por todos conocidos el hallazgo del vaso campaniforme. Este periodo se caracteriza por dos estilos de vaso campaniforme: el marítimo —característico de la zona Atlántica— y el de interior de la meseta. De este último estilo es el vaso encontrado. También de este tiempo datan una necrópolis y numerosos yacimientos. En esta etapa, y hasta la llegada de los romanos, la ocupación se caracterizaba por una producción ganadera y agrícola que se nutría del arroyo.
Durante la Edad de Bronce se continúa el hábitat y ya en la Edad de Hierro, los carpetanos —pueblos indígenas de la zona— no dejan importantes restos de actividad. Normalmente, estos pueblos se ubicaban en una zona alta, denominada ópida. Se trataba de una especie de cerro amurallado que tenía una función claramente defensiva. Por las características de la zona se cree que esta ópida fue la actual Titulcia.
Época romana
De los tres periodos establecidos quizás fue el de mayor auge de la zona. El principal motivo tiene que ver una vez más con su relevancia como zona de paso y vía de comunicación romana. Gracias a este hecho, en el área del arroyo de la Cañada se instauró un vicus romano.
Un vicus es un conjunto agropecuario en el que viven varias familias y en torno al cual se aglutinan una serie de servicios: artesanos, ganaderos y agrícolas. Ubicado en lo que hoy conocemos como ermita de Santiago, el vicus de Valdemoro fue uno de los más importantes de la zona y mantuvo su hábitat hasta época muy tardía (siglo V o VI), ya en época visigoda. En la actualidad se trata del yacimiento más importante de esa época en la Comunidad de Madrid, debido a su excepcionalidad y estado de conservación.
Una vez más, podemos pensar que su prolongación estuvo motivada por la importancia de nuestra vecina Titulcia, antiguo mansio. Los mansio eran áreas de servicio ubicadas a un día de viaje y donde los viajantes paraban a descansar. En torno a estas áreas se aglutinaban construcciones y viviendas de gente que vivía de atender a los viajeros.
En este periodo se establece una economía productiva como tal en la que encontramos infraestructura asociada a la producción de vino y aceites, así como hornos para el ejercicio de la alfarería y cerámica. Es muy probable que los primeros olivares que existiesen en Valdemoro daten de este tiempo.
Con la llegada de los visigodos a la península, la producción se continúa con menos organización. Con la caída del imperio romano la situación toma un matiz anárquico y esto se refleja en la producción cerámica; las piezas dejan de tener un patrón único y nos encontramos con restos cerámicos que denotan una producción artesanal descentralizada y de menor calidad.
Con la llegada de los musulmanes, los hispanos-romanos que hasta entonces convivían con los visigodos abandonan la zona hacia el norte en busca de refugio en los castillos cristianos. Una vez finalizada la Reconquista y asentadas las fronteras, los reinos cristianos realizan una repoblación de las zonas.
Una de las preguntas que asaltan a cualquier valdemoreño interesado en este tema es cuál va a ser el futuro de este conjunto de yacimientos. Como ya adelantábamos al comienzo del reportaje, la zona es objeto de una ampliación urbanística del polígono industrial Valmor. Es aquí donde surge una paradójica relación entre urbanismo y conservación.
El urbanismo puede ser un factor que ponga en riesgo la integridad de los restos; la escueta información que se tiene sobre el terreno hace pensar que una parte de los restos arqueológicos del municipio ha desaparecido fruto de la actividad urbanística y de su proximidad con el núcleo urbano que hoy conocemos. Por el contrario, debemos reconocer que toda la información que tenemos acerca de estos yacimientos proviene de la excavación y estudio privados, que tienen como objetivo la valoración de la zona para una posterior construcción.
Hasta el momento tan solo manejamos los datos que nos ha arrojado la excavación de entre un 5 % y 10 % de la superficie total, en cuanto al yacimiento de la ermita de Santiago se refiere. Una tasa tan baja de excavación nos hace pensar que aún queda mucho por descubrir de esta zona y que esa labor será tarea de futuros arqueólogos. Mientras que ese día llega, la ciudadanía, y en concreto las instituciones políticas y administrativas, deben ser los órganos que garanticen la integridad de los yacimientos y la conservación del paisaje con el fin de armonizar la actividad de nuestros días con el entorno en el que se han desarrollado más de catorce siglos de historia continuada.