En la Biblioteca Nacional de Madrid, en el Archivo Histórico de Protocolos de la misma ciudad, en el Archivo Diocesano de Toledo, en el Archivo Parroquial de Valdemoro y, por supuesto, en el Archivo Municipal se encuentran testimonios documentales de una actividad económica que proporcionó considerables beneficios a sus cosecheros y bodegueros.
En anuncios publicados en la prensa de la época que nos hablan de la subasta de grandes propiedades con magníficas bodegas, en registros fiscales como el Catastro de Ensenada o en inventarios de bienes pertenecientes a testamentarías de particulares o de cofradías se va desgranando la información que nos habla de un pasado glorioso para los caldos de Valdemoro.
En la fotografía, un conjunto de trabajadores rodea al propietario, Gaspar Figueras Móstoles, quizá en un descanso de la dura jornada laboral de la vendimia. Los niños de la familia acompañan al patriarca.
Los vinos eran reconocidos en la comarca llegando incluso a oídos de Carlos I. El monarca, enterado de la excelencia de las cosechas, concedió un privilegio en 1552 destinado a impedir la entrada de “mosto ni uva” en favor a las buenas propiedades de las viñas y caldos de la villa.
Al mismo tiempo, muchos vecinos, en busca de la protección divina, se fueron agrupando en hermandades bajo santos protectores, que dejaron testimonios escritos desde principios del siglo XVI, indicando también la importancia del viñedo. Hay noticias de la existencia de una cofradía creada bajo la advocación de San Gregorio, antes de 1530, seguramente como consecuencia del renacer de la festividad en muchos lugares de la comunidad madrileña. Este santo concedía una especial protección a los campos pero, sobre todo, al cultivo de la vid, a la que bendecía ante las plagas del escarabajuelo y el cuquillo.
Está documentado que desde la segunda mitad del XVI Valdemoro contaba con una normativa destinada a "conservar y guardar los panes, viñas y arboledas, prados y dehesas", revisadas con frecuencia para adecuarse a las nuevas necesidades. Sin embargo, será en pleno señorío de Lerma (1605) cuando se aprueben unas ordenanzas divididas en diecinueve capítulos orientadas a proteger sobremanera la agricultura en detrimento de la ganadería, dedicando especial atención a las plantaciones vinícolas.
El estudio de los documentos contables demuestra cómo la viticultura se convirtió en una fuente de ingresos interesante para algunas fundaciones. Destaca, como uno de los ejemplos más representativos en atención a su antigüedad y envergadura, el caso de la familia Mena, fundadora del hospital de San Andrés, titular de un gran patrimonio territorial destinado al cultivo de viñedos, donado a la cofradía de San Sebastián junto a diversos utensilios relacionados con la elaboración del vino. Tinajas, cubas y vasijas de diferentes tamaños integraban el legado inicial para el establecimiento hospitalario y se convirtieron en elementos imprescindibles en la producción vinatera.
Según consta en los libros de acuerdos del concejo conservados en el Archivo Municipal. Por ejemplo, en los pertenecientes al siglo XVII hay solicitudes de licencia para la construcción de bodegas y lagares.
En el siglo XVIII el negocio vitivinícola seguía ocupando un lugar privilegiado en las economías de las cofradías. La cofradía de la Caridad, una de las primeras terratenientes locales, poseía buenas extensiones de suelo con plantaciones de cepas repartidas por el término municipal:
“[…] posee esta cofradía una viña a Valdesanchuela de caber cinco aranzadas la cual se ha labrado por este Administrador y en el año de setecientos cincuenta importo el fruto bajado por este año mil y sesenta y cuatro mrs.; en el de setecientos cincuenta y uno mil novecientos veinte y ocho; y en el tercero y ultimo de cincuenta y dos tres mil y veinte y seis mrs. […]”.
A la segunda mitad del siglo XIX también pertenece la figura de Javier de Lara, cosechero y bodeguero valdemoreño que presentó sus productos en la Exposición General de Agricultura celebrada en Madrid en 1857. Lara concurría con vinos, aguardientes y vinagres, obteniendo medalla de plata por un aguardiente seco y menciones honoríficas por los vinos. Pero lo más destacado es la medalla de plata que recibió por la presentación de una nueva variedad de uva, excelente para verdeo y cuelga. Los encargados de redactar la memoria de aquel encuentro decían que la uva de Valdemoro era “toda o casi toda de la denominada Jaén”, que producía un vino fuerte y seco, más propio para los trabajadores que para las clases elevadas, y se exportaba, fundamentalmente, a Castilla.
En la mayoría de las viviendas existían cuevas donde se almacenaba y conservaba el vino y han formado parte indisoluble de la arquitectura popular hasta el último cuarto del siglo XX.
En los documentos se conservan descripciones de bodegas importantes como la de la casa de Gaviria, ubicada en la calle Alarcón o la de la Hacienda Cánovas del Castillo, en la calle Cristo de la Salud.
En el inventario realizado con motivo de la tasación de bienes de la casa de los Marqueses de Gaviria realizada en 1844, aparecen descritas varias dependencias relacionadas con la viticultura: cuevas, lagares, cocederos y almacenes de aguardiente. Este último equipado con una alquitara con culebrina y trujal. En ellos se almacenaban un total de 223 tinajas de varios tamaños, con una capacidad para 14 138 arrobas o, lo que es lo mismo, 228 093 litros. Los registros fiscales de bienes inmuebles pertenecientes a 1853 conservados en el Archivo Municipal indican que los marqueses de Gaviria tenían plantadas más de 125 000 cepas en diferentes fincas del término municipal. De ellas 83 000 eran blancas y el resto tintas.
También ocupa un lugar importante la hacienda de la familia Cánovas del Castillo, aunque dedicada, principalmente, al cereal y al olivo, cultivó varias de sus fincas con plantación de cepas. En la escritura de venta de la finca a El Corte Inglés, suscrita en 1973, la casa de la calle Cristo de la Salud, aún conservaba la bodega con 24 tinajas grandes y la cueva con 13 tinajas pequeñas y un lagar con prensa, en desuso desde hacía varios años.
La explotación del vino en el municipio se perdió como consecuencia de las epidemias de filoxera que atacaron a la mayoría de las viñas de España. No obstante, algunos cosecheros volvieron a replantar sus tierras con nuevas cepas y siguieron cultivando las vides, aunque únicamente para el abastecimiento familiar. La última viña que se ha labrado en Valdemoro pertenecía a la familia Figueras y estaba situada en actual calle Libertad. La última vendimia llevada a cabo en dicha finca fue en el año 2000.
Fuentes:
- Archivo Municipal
- La revista de valdemoro.com